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Columna
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El acercamiento

No gobernaría el PP la Junta de Andalucía, aunque fuera certero el vaticinio de que, si hoy se celebraran elecciones al Parlamento, ganaría el PP. El Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), dependiente del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la propia Junta, pronostica una diferencia exigua del PP, 43,2% de los votos, sobre el PSOE, 41,6%. Se atiene a una encuesta a 3.645 ciudadanos, en noviembre de 2009. Lo que el PP considera por anticipado un triunfo inapelable, para el PSOE sólo es un empate. Pero, contando con que el mismo sondeo concede a IU algo más de un 7%, y que IU seguramente apoyaría la insistencia del PSOE en el poder, el PP tendría que ganar las elecciones por mayoría absoluta si quiere gobernar.

Lo importante de esta encuesta es que por primera vez hace verosímil la victoria del PP en Andalucía, aunque se trate de una victoria vana. Para que el PP ganara de verdad, es decir, consiguiera la presidencia de la Junta, habría de ser absolutamente mayoritario. Hasta ahora el PP no se ha quitado de encima una sombra de franquismo residual, que, a mi juicio, le restaba en Andalucía los votos necesarios para conquistar una mayoría absoluta, e incluso para ganar por los pelos. El PP tiene vocación de partido posfranquista que nunca practicó el antifranquismo. Pero hoy les resultaría más fácil espantar su mala sombra. No les haría falta una campaña publicitaria como la que convirtió a Aznar en triunfador dos veces, en 1996 y 2000, cuando pasó por vasquista, catalanista y devoto depositario y guardián de la bandera republicana que perteneció al presidente Azaña. Una mascarada de ese tipo ahora le quitaría votos al PP.

Más que la distancia en votos, se han reducido entre el PSOE y el PP las diferencias de temperamento y mentalidad. Los dos grandes partidos asumen con la gran mayoría de la población votante "la defensa de nuestras tradiciones, nuestra cultura y nuestra fiesta nacional", como dijo Javier Arenas, del PP, hace un mes, en el papel ocasional de fervoroso aficionado a los toros frente a la Cataluña antitaurina. Parecía un ministro de Información y Turismo de Franco. El PSOE inmediatamente reaccionó: el PSOE es más torero que el PP. Hoy los dos partidos comparten ideas en educación: creen en la autoridad y la disciplina sobre todas las cosas. Los dos profesan el culto a los creadores de riqueza, los empresarios. Los dos creen en el liderazgo, en el jefe, y propician un presidencialismo que contradice la Constitución y el Estatuto. En los momentos malos de la crisis, aquí o en Madrid o en Valencia, los jefes del PSOE y del PP se consideran víctimas impotentes de las circunstancias, exactamente igual que se consideraban responsables absolutos de los éxitos cuando la economía iba bien.

Así que el PP aún podría pedirle votantes prestados al PSOE y robarle la mayoría, si demostrara prudencia, si se moderara, si no tropezara en algunos asuntos en los que la derecha se embarra con empecinamiento. Pongo un ejemplo del extranjero: la francesa y ultraganadora UMP (Unión por un Movimiento Popular, el partido de Sarkozy) ha abierto en Internet una red social. El Partido Socialista ha hecho lo mismo, todos a la busca de votos. Los socialistas prohíben a los usuarios de su red insultar a la izquierda y sus dirigentes. Los derechistas sólo eliminan lo que proscribe la ley: el racismo, la aversión hacia los homosexuales. Creo que la UMP conoce perfectamente las fobias de algunos de sus partidarios extremos. Hay militantes, cargos medios y altos cargos del PP proclives al desliz en cuestiones de racismo o clasismo económico, cultural, religioso y sexual. Ya se controlan, pero el PP para ganar aquí debería vigilar entre sus filas, como hacen sus compañeros franceses de la UMP, esas manías perversas que desacreditan a los derechistas ante posibles votantes más centrados. Es ésta, todavía, una diferencia entre izquierdistas y derechistas.

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