Gaziel, barro y trincheras
Un libro reúne las mejores crónicas de Agustí Calvet entre 1914 y 1918
"Partimos de la retaguardia en coche, nos conducen al lugar o lugares que nos interesan, llegamos, abrimos los ojos y nos distraemos. Todo se halla preparado para no causarnos ninguna molestia (...). En circunstancias tan poco favorables, lo único que puede hacerse es descubrir apariencias, de ahí el carácter puramente anecdótico que presentan las crónicas guerreras modernas. Lo que es realmente la guerra se nos escapa por completo".
Escribe uno de los grandes periodistas: Agustí Calvet, Gaziel (1887-1964), aquejado del mal de Ulises de ver tanta desgracia como es la I Guerra Mundial. Acabarán siendo, para La Vanguardia, 315 piezas, los "mamotretos", como los definía, que dieron pie a cuatro libros. Una selección de esas piezas, algunas nunca en un libro, conforman Gaziel. En las trincheras (Diëresis), escogidas por el biógrafo de Gaziel, Manuel Llanas, y el reportero Plàcid Garcia-Planas.
Es una guerra donde aún los oficiales van al frente con tarjetas de visita, como le ocurre con uno serbio, herido hace poco, que le da una "manchada por la impresión rojiza de su pulgar, que estaba humedecido de sangre todavía fresca". Se dan batallas al estilo napoleónico, como la del Marne, pero pocas: la guerra moderna, mecanicista (visitará una fábrica de acero, una joya), la falta de solidaridad y de valor del oficial ante la tropa ("en las líneas extremas, donde ya apenas queda esperanza, donde hasta la quietud de una hora es presagio funesto, no hallamos más que el simple soldado"), le presentan "visiones inesperadas, que en nada concuerdan" con su "anterior experiencia del mundo".
Los números son fríos y está demasiado lejos de la cruda verdad. La vez que estará más cerca del enemigo será a 20 metros: en un árbol vacío por dentro al que se accede desde una galería.
Es un topo ciego rebozado en barro y lo sabe. Por ello, Gaziel casi inventa género, la crónica filosófico-interpretativa: se esforzará como pocos por razonar, recoger testimonios... Sus conocimientos de historia y de la mitología ("el verdadero tipo clásico de un combate entre hombres es el de Héctor y Aquiles, no el de un 42 contra un 45. El arte de la guerra ha degenerado, como los demás") le ayudarán y el instinto periodístico le hará sobresalir: escuchará a los soldados y reproducirá su argot (Rosalía por bayoneta; golondrinas por senegaleses -esas tropas eran relevadas con los primeros fríos-) como si de un Michael Herr en Vietnam se tratara.
Todo sale de unas libretas donde tomaba sus notas, labor por la que ganaba 300 pesetas al mes. La excelencia florece, a veces, de muy poca cosa y, demasiado a menudo, de las miserias de la humanidad.
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