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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Cabanyal no se rinde

Javier Vallejo

¿Usted es valenciana? "Sí, pero no mucho". ¡Cuánto recuerda, desde este primer diálogo, el humor de Lluïsa Cunillé y de Paco Zarzoso al de Miguel Mihura y Tono, que escribieron también en colaboración! El alma se serena, su nueva obra a dos manos, es un juego de ingenio enraizado en la tradición de la comedia del disparate, un alarde de humor verbal al servicio de un argumento mínimo, extraído de la actualidad.

Sus tres protagonistas, encerrados en una vivienda del tramo del barrio marinero del Cabanyal que el Ayuntamiento de Valencia pretende derribar para prolongar la macroavenida de Blasco Ibáñez hasta la línea de playa, viven una situación única y claustrofóbica similar a la que se vive en tantas comedias de Ionesco, desde Delirio a dúo a Las sillas. Quizá lo nuevo sea que Zarzoso y Cunillé intenten hablar de la actualidad política y social española a través de ese humor inverosímil que Mihura y compañía utilizaron en su día para evadirse de ella, y que Ionesco usó para crear parábolas de carácter universal.

EL ALMA SE SERENA

Autores: Lluïsa Cunillé y Paco Zarzoso. Intérpretes: Lola López, Pep Ricart y Ana Cediel. Escenografía: Damián Gonçalves. Dirección: Paco Zarzoso. Sala Cuarta Pared. Hasta el 16 de enero.

El alma se serena interesa y divierte: tiene momentos chispeantes, un comienzo inquietante y un final perturbador, aunque carece de nudo, como las Fallas y los fuegos de artificio. Esos tres habitantes orillados en el barrio a punto de caer bajo la piqueta, tan bien interpretados por Pep Ricart, Lola López y Ana Cediel, tienen un recorrido dramático posible mucho mayor que el que se les concede. Como el matrimonio de La cantante calva, son texto sin emociones, color sin volumen. Están ahí para hacernos sonreír cuando dicen: "Todo lo que tienen de mudos los peces, lo tienen de locuaces las pescaderas".

Ana Cediel le presta su encanto huidizo a Malvarrosa, cándida, oblicua y frágil arquitecta metida a azafata, siempre de uniforme, como la bella Dorotea de Mihura. Pep Ricart le da empaque a su ex jugador de Bolsa desplumado por las manos fuertes del mercado y sometido a la discrecionalidad de los servicios sociales, y Lola López consigue que su relojera empleada en Mercadona, al principio toda cáscara, nos parezca toda cogollo al final. En El alma se serena hay, en fin, suaves andanadas contra la corrupción y el nepotismo endémicos. Es teatro con alma de cabaré político.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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