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MÚSICA | OIGO LO QUE VEO
Columna
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La bella Lina

No es un libro especialmente bien escrito y tiene la ingenuidad de estilo que admitimos en lo que parece llegarnos de un mundo demasiado lejano, ese punto de falta de pretensiones que nace del deseo de ser creído porque se dice la verdad. Lina Prokófiev, de Valentina Chemberdjí (Siglo XXI) es la historia de una mujer madrileña, nacida en la calle de Bárbara de Braganza, hija de español y de polaca que un día conoce en Nueva York al músico de más éxito de entonces, se enamora y lo seduce porque es guapa y lista como él. Se llama Carolina Codina Nemiskaia, su padre es cantante, su madre una aristócrata y ella se mueve por el gran mundo con la audacia de quien sabe lo que cuesta estar ahí. También quiere cantar pero no hará carrera, pues ni la voz ni el miedo escénico acompañan las ganas de triunfar. En 1936, los Prokófiev, ya con dos hijos, deciden vivir definitivamente en la Unión Soviética. Lina no es lo que el pobre Ossip Mandelstam llamaría "una frágil europea" y se acomoda. Tres años después Serguéi vive con una joven admiradora de intachable conducta política, Mira Mendelson, una aventura amorosa que irá creciendo sin saber muy bien por qué y que le llevará a casarse con ella en 1948. Poco después de la boda, Lina es detenida en la calle. La llevan a la Lubianka, la interrogan y la envían al gulag, al campo de concentración de Abez, donde permanecerá hasta 1956. Los cargos: espionaje y traición a la patria. Las pruebas: hablar idiomas y tener amigos extranjeros. La sentencia: veinte años en campos de reclusión en régimen severo. Tras su liberación conseguirá al fin partir de la URSS, irse a vivir a París y a Londres, estar con sus hijos y sus nietos, ser querida y admirada y ejercer al fin de nuevo como Lina Prokófiev por derecho propio y deseado, pues nunca hubo divorcio legal. El libro de Chemberdjí incluye unas cuantas fotografías, felices casi todas. Pero hay dos muy duras, y son las que de frente y de perfil retratan a Lina para el registro penal tras detenerla. Las imágenes revelan al mismo tiempo perplejidad y valentía, orgullo e impotencia y una extraña forma de belleza que pareciera pertenecer solamente a las almas fuertes. Debajo, un documento, su certificado de rehabilitación, en el que un funcionario, quién sabe si el mismo que la mandó al gulag, escribe: "La resolución de la Comisión Extraordinaria del Ministerio de Seguridad Nacional de la URSS del 16 de octubre de 1948 relativa a L. I. Prokófiev queda anulada y la causa queda archivada por inexistencia de hecho delictivo". Prokófiev murió el mismo día que Stalin, en 1953. Mira, en soledad, en 1968. Lina sobrevivió a quien más amó y a los que le amargaron la vida. Se fue, nonagenaria, el 3 de enero de 1989. . Siglo

Lina Prokófiev. Una española en el gulag. Valentina Chemberdjí. Siglo XXI. Madrid. 2009. 368 páginas. 26 euros

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