'La gallina ciega' pasea por la cárcel
Una zarzuela pone en escena un ambicioso taller de música en Soto del Real
La mañana se presentó fría y ventosa. El perfil de por sí ya poco amable de la cárcel de Soto del Real recortándose contra un cielo plomizo mostró su lado menos duro. En su salón de actos, al que se llega tras múltiples controles, puertas correderas electrónicas y tornos, había ayer canto y música: se recibía a la compañía Ópera Cómica de Madrid en una función especial por el día de Reyes, producida por Concerto XXI.
Unos 200 reclusos habían sido seleccionados para participar en el acto de un total de 1.800 presos, entre condenados y preventivos. Allí, en pabellones más alejados de la música y de cualquier otro festejo, están los presos más notorios de la mafia rusa, de ETA y hasta terroristas de Al Qaeda.
Los reclusos se han marcado el reto de crear una obra musical
Soto del Real (Madrid V) está dentro de un programa conjunto de Instituciones Penitenciarias con el Teatro Real de Madrid que se puso en marcha en 2008 y tiene su actividad de más calado en un Taller de Música y Ópera que empezó en octubre y acabará en junio de 2010. En este programa se abarca desde la historia de la música a clases prácticas y participativas, acercando al centro penitenciario a distintos directores de escena, diseñadores, cantantes y músicos.
La idea podía parecer quimérica y romántica, pero ya está en marcha. Es un experimento, y los internos se han marcado el reto de crear por sí mismos una obra musical, quizás una ópera. Las enseñanzas del taller se cruzan en su recorrido con las actuaciones, como ésta del día de Reyes, donde ha subido a escena en formato de cámara la zarzuela La gallina ciega, con música de Manuel Fernández Caballero y libreto de Ramos Carrión.
Por muy amables que se presenten los funcionarios de Prisiones, hay una cierta tensión en el aire, una frialdad que sólo se conjura cuando empieza la música, con ese poder que tiene para, en todos los géneros, saltar barreras, limar asperezas y relajar el ambiente.
El público es mayoritariamente joven y muchos tienen acentos latinoamericanos. Van casi todos muy atildados (las mujeres maquilladas y los hombres recién afeitados) y se comportan como el más entendido y apasionado de los melómanos. Aplauden las arias, ríen el entuerto argumental.
La gallina ciega es muy divertida, y su libreto se podría decir que hasta algo tiene de políticamente incorrecto. El estreno de la obra se produjo en octubre de 1873 en el teatro de la Zarzuela de Madrid, y su éxito inicial y popularidad obedecieron a una música con claras influencias rossinianas, a las que se añaden algunos pasajes ambiciosamente dramáticos.
En la historia, la partida la gana el humor ligero y de gusto vernáculo. La gallina ciega puede decirse que resucita en este formato de cámara, pues había prácticamente desaparecido del repertorio. Los cantantes del Taller de Zarzuela ponen empeño y talento en los caracteres bajo la dirección escénica de Francisco Matilla y la musical de Fernando Pobrete.
Dividida en dos ágiles actos, la obra narra un divertido enredo que tiene como protagonista a una chica que se enamora del joven músico Serafín, su vecino. Ella no tiene padres y vive en casa de su padrino, Don Cleto. La aparición de Don Venancio, un indiano que ha regresado a golpe de habaneras y busca al hijo que nunca conoció, da lugar a un enredo sobre posibles paternidades y planes de boda. Por fin triunfa el amor, y ayer en Soto del Real, por unas horas (y ojalá sirviendo de precedente) triunfó la música. La frase "do re mi fa sol la... pero me falta el sí" arrancó las risas espontáneas hasta de la directora general de Prisiones, Mercedes Gallizo, que estaba en primera fila.
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