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OPINIÓN
Columna
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El enjambre

Javier Sampedro

Una abeja aprende a identificar las flores por el olor, el color y la forma, a comunicar su posición mediante una danza extraña, a manejar conceptos abstractos como 'mismo' y 'diferente'. Pero la colmena entera sabe hacer muchas más cosas. Puede convertirse en un termostato de precisión, gracias a que cada individuo se empieza a agobiar de calor a una temperatura diferente. La división del trabajo en la colonia está muy estructurada, pero no de manera rígida, porque las obreras cambian de departamento según las necesidades. Todo ello sin ningún tipo de control central.

Las abejas y las hormigas -que evolucionaron a partir de las avispas- inventaron la inteligencia social 100 millones de años antes que nosotros, en pleno cretácico. Las colonias de hormigas son capaces de resolver problemas geométricos. Por ejemplo, calculan a la perfección el punto del hormiguero que está más lejos de todas sus bocas de entrada. No lo hacen por exhibicionismo, sino para depositar allí a las hormigas muertas.

Estas capacidades son tan notables que los ingenieros han tenido que copiar la idea, y usan desde hace unos años varios tipos de hormigueros virtuales para resolver computaciones. La nueva publicación científica Swarm Intelligence (http://www.springerlink.com/content/1935- 3812) está dedicada por entero a este tipo de sistemas. Computación con hormigas. La inteligencia del enjambre.

Loizos Michael, de la escuela de ingeniería de la Universidad de Harvard, ha mostrado que la computación con hormigas, o ant computing, no es ninguna metáfora. Las hormigas, virtuales en este caso, se pueden organizar como puertas lógicas (OR, AND y demás) con una desconcertante facilidad. Un flujo de hormigas va por el camino A y, en vez de tirar por B, sale por el output. Si de pronto entra otro flujo de hormigas (el input) por el camino B, sus feromonas atraen a las primeras, que por tanto dejan de salir por el output.

Esto es exactamente la puerta lógica más simple: NOT, que responde justo lo contrario de lo que recibe. Y Michael, que es hijo de un ingeniero electrónico, ha demostrado que esa simple puerta lógica basta para construir todas las demás puertas lógicas posibles (or, nor, and, nand, etc), y con ellas cualquier tipo de circuito integrado. Las hormigas de Michael son verdaderamente tontas -sólo responden al nivel local de feromonas-, pero pueden computar cualquier cosa computable, como un ordenador de pleno derecho.

La computación por hormigas de Michael tiene unos requisitos tan minimalistas que hace inevitable una pregunta: ¿Por qué la inteligencia no surge espontáneamente de Internet?

"Tal vez está ahí y no la vemos", responde el científico de Harvard. "Tal vez los paquetes de información viajen por Internet como las hormigas en un circuito, y tal vez el efecto combinado de esos flujos sea, en efecto, algún tipo de computación. ¿Quién sabe?". Nadie, porque nadie está mirando a los paquetes. Como dice el matemático chileno Servet Martínez, "vemos fractales en la naturaleza por todas partes, pero sólo desde que las inventó Cantor. ¡Antes no las veía nadie!".

La complejidad no emerge de cualquier conjunto de cosas. Hay unos requisitos mínimos que deben cumplir los individuos, sean hormigas o personas. "Pero con un entorno lo bastante estructurado", dice Michael, "y con los incentivos adecuados yo creo que se podría persuadir a los humanos para actuar como las hormigas". Yo también.

Una colmena de abejas.
Una colmena de abejas.

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