Ponga un imputado en su Ayuntamiento
El Partido Popular ha tenido una buena idea a destiempo. Es decir, tardó en hacerlo, lo hizo y la vida le jugó una mala pasada.
La buena idea es el código de buenas prácticas. Ahí lo tienen, como un talismán.
Pero ¿es que eso no existía ya?
No, no existía; existe desde el lunes pasado. Nunca es tarde si la dicha es buena. Lo que pasa es que se aprobó cuando el partido de la oposición se hizo partido del Gobierno... en Arrecife de Lanzarote. Ahí se produjo una moción de censura y el PP aceptó que tres ediles imputados le dieran los votos necesarios para arrinconar al PSOE en las tinieblas exteriores. Podían haber esperado a otro día.
Ésas no son buenas prácticas, son prácticas útiles: tienes un Gobierno municipal que no te gusta, juntas a unos cuantos a tu alrededor, no les preguntas si tienen algún asunto pendiente, los metes en un nuevo Gobierno y santas pascuas Magdalena, que es como decía mi madre para decir que alguien se lavaba las manos.
Ángel González lo decía de otro modo en un poema fantástico que tituló Final conocido. Había dos tipos, uno de los cuales era Pilatos, comiendo 12 nécoras, y al final se produjo entre ellos una discusión. Y Pilatos dijo:
-Chico, tú haz lo que quieras, yo me lavo las manos.
Lanzarote es tierra de noticias, y de buen tiempo. Después de lo que sucedió con la militante saharaui Aminetu Haidar, daba la impresión de que la isla iba a alcanzar un periodo de cierta paz en cuanto a las noticias que produce. Pues no. El PP desbanca a los socialistas el mismo día que jura por su honor, en Madrid, que va a cumplir religiosamente con los dictados de la moral y las buenas costumbres políticas.
Tampoco hay que asustarse demasiado; los socialistas también han tenido estos incidentes municipales, capaces de crear (en Benidorm, por ejemplo) profundas divisiones familiares y políticas en el seno más íntimo del PSOE. Pero cuando eso sucedió (en Benidorm), el PP tomó notas, y las divulgó. Entonces los socialistas fueron los malos de la película. Ahora que ellos tenían la oportunidad de convertir sus propias metáforas en realidades, van y se lavan las manos en Arrecife de Lanzarote.
Los partidos políticos suelen usar el mcguffin del que hablaba Alfred Hitchcock y que tanto ha divulgado entre nosotros el maestro Juan Cueto. Lanzan la noticia de que tienen un código de buenas prácticas y ya la gente se ocupa de eso como si el pasado, que se llama Gürtel, se quedara en la opacidad de las tinieblas. Son prácticos.
jcruz@elpais.es
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