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Reportaje:

Ovación vienesa a la Orquesta Sinfónica

El violín de Julian Rachlin conquista al exigente público del Musikvereign

La Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida por Víctor Pablo Pérez, logró un gran éxito en su debut en la Gran Sala Dorada del Musikvereign de Viena, el recinto desde el que se retransmite cada 1 de enero el Concierto de Año Nuevo a una audiencia potencial que ronda los 1.000 millones de personas. Como destacó el conselleiro de Cultura, Roberto Varela, en la recepción que el embajador de España en Austria ofreció a representantes de la Sinfónica, se trataba de "un concierto de abono, para los vieneses".

Los músicos de la orquesta coruñesa abrieron el concierto Hércules y Cronos, de José Luis Turina, para grupo de metales, timbal y tres percusionistas. La interpretación de esta obra, más interesante por su construcción que por su inspiración, arrancó los primeros bravos de una parte muy importante del público de más solera, el situado en las zonas más altas y lejanas del escenario, que juzga con criterios exclusivamente musicales, sin atenerse a convencionalismos sociales. El color de la orquesta -por el empaste de los metales con la percusión- y la variedad rítmica de la partitura tuvieron una gran acogida por el público vienés.

El 'Concierto para viola' de Béla Bartók sonó más fiero que en A Coruña

En el Concierto para viola de Béla Bartók, el violinista Julian Rachlin obtuvo un sonido más fiero que el de su interpretación de la obra en A Coruña, una mejora en la que puede haber influido la abismal diferencia entre la acústica de la sala vienesa y la del Palacio de la Ópera coruñés, un recinto con una sonoridad de "muy mala" calidad, en palabras de Víctor Pablo Pérez. En la Fantasía sobre Carmen de Franz Waxman, Rachlin provocó el fervor del difícil público de la Gran Sala Dorada con una portentosa técnica en golpes de arco y agilidades inverosímiles y una versión de gran expresividad.

Pasado el descanso, la Bachianas brasileiras nº 7 fue iniciada con un gran contraste dinámico y un gran empaste de sonido. Su Giga y su Toccata llevaron al invierno vienés el calor de los ritmos brasileños y la Fuga final tuvo una gran claridad de líneas en la que destacó el timbre de las violas y el canto de los chelos con los contrabajos.

Como última obra programada, el Capricho español de Rimski-Korsakov, dio la oportunidad a la Orquesta Sinfónica de Galicia de demostrar sus cualidades, su brillante sonido en los tuttis de la Alborada, su maleabilidad, y la calidad de los solos que se prodigan en las Variaciones. A partir de ese momento, la atención del público del Musikvereign derivó en entrega y los aplausos entusiastas y los gritos de bravo fueron retribuidos por Pérez y la orquesta con El amor brujo de Falla y el pasodoble Gallito. El calor del auditorio habría sido suficiente para evaporar los pocos copos de nieve que a la salida del concierto caían sobre Viena.

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