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Reportaje:

Los tesoros de Cela que quiere Feijóo

La fundación de Iria conserva todos los manuscritos, 95.000 cartas y 529 pinturas

Al fondo de la planta baja, en la primera de las cinco Casas dos Coengos que ocupa la Fundación Camilo José Cela se encuentra el sancta sanctorum del legado. Lo más valioso, tanto como los propios inmuebles declarados Bien de Interés Cultural por la Xunta, son los manuscritos del Nobel, que él mismo se preocupó de reunir en vida "antes de que el inclemente viento de la historia de cada cual" pudiera esparcirlos "por el mundo adelante". Y ahí están, bastantes de ellos a la vista, detrás de un cristal blindado pero amenazados por una mancha de humedad en el techo que recuerda que en estos últimos tiempos ha habido inundaciones. Estos accidentes, el más cercano el julio pasado, hicieron peligrar los originales abiertos de toda las novelas de Cela, escritos de su puño y letra; según la propia fundación, la única colección completa de manuscritos de un autor reunidos bajo un mismo techo en todo el planeta.

Hay 12 'picassos', ocho 'zabaletas', siete 'mirós' y obras de Viola o Palencia

En total son 58 textos originales: 14 novelas y cuatro novelas cortas, ocho libros de viajes, dos poemarios, un romancero de ciego, 12 cuentos, fábulas y otros textos breves, dos memorias, 50 archivadores de artículos, tres obras de teatro, tres adaptaciones y el Diccionario Secreto al completo.

Pero en el legado que dejó Cela a Galicia, y que ahora el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, ha propuesto a la viuda del escritor, Marina Castaño, trasladar a la Cidade da Cultura, hay también bastantes manuscritos de otros autores. En la sede de la fundación en Iria Flavia están, por ejemplo, seis obras teatrales de Jardiel Poncela, dos de Baroja, un ensayo de Jorge Guillén, un cuento de Aleixandre, poemas de Lorca, Alberti, Gerardo Diego, textos de Max Aub, Luis Rosales y González Ruano y una copia de La cueva de Meliso, Mago, atribuida a Quevedo.

No obstante, a los manuscritos, a los 42.700 libros de Cela y los 19.000 que llegaron después (procedentes de los legados de José García Nieto, José María Sánchez Silva y Fernando Huarte Mortón), hay que sumar otra partida valiosísima: el epistolario. La Fundación ha conseguido clasificar "unas 95.000 cartas" de "aproximadamente 12.960 autores de talla". La mayoría son consecuencia del intenso intercambio de misivas entre Cela y personajes como Américo Castro (300 cartas), Aleixandre (100), Alberti (80), María Zambrano (70) o Luis Cernuda (60). Pero en los inmuebles que fue comprando la fundación frente a la colegiata de Iria y la tumba del escritor, también se conservan las 5.000 epístolas del legado de García Nieto (con una de Juan Ramón Jiménez y otra de José Zorrilla) o las 225 del dibujante granadino Eduardo Correa.

La hemeroteca guarda 48.300 ejemplares de 1.200 revistas y periódicos. Cincuenta y tres son publicaciones del siglo XIX. Y la pinacoteca, con sus 529 obras originales, es una de las más amplias de Galicia. Hay 12 picassos, siete mirós, ocho zabaletas, seis ulbrichts, otras pinturas de Viola, Guinovart, Úrculo, Pedro Bueno o Luis Caruncho y dibujos de Benjamín Palencia, Eduardo Vicente o Lorenzo Goñi. En la sede padronesa también hay esculturas, y 21 cuadros pintados por el propio Cela.

Uno de los lienzos de Miró está en el baño personal del Nobel de 1989, y dos tablas medievales se encuentran colgadas sobre un radiador porque el escritor lo quiso así. Ex trabajadores de la fundación denunciaban en septiembre que las condiciones de conservación de estas piezas eran preocupantes, y revelaban la peculiar solución técnica que ideó el ahora recién dimitido gerente, Tomás Cavanna, para evitar que la humedad de las paredes devorase los cuadros: forrar con plástico el reverso, con lo que las telas no transpiraban. Todo este patrimonio entregado por Cela a su tierra (y que ningún heredero puede reclamar) ronda los 12 millones de euros, pero en la trastienda de la fundación, según estos ex trabajadores, todavía permanecen hacinados y sin inventariar numerosos bienes.

Garrote y orinales

Cuando Cavanna arribó a la fundación para quedar en dique seco 16 años, propuso en su discurso al patronato convertir el Museo Ferrocarrilero John Trulock, dedicado por Camilo José Cela a su abuelo, en el más importante templo del tren en España. En Iria hay cuatro locomotoras, uniformes, faroles, mucho mobiliario de estación, un vagón de carga, un Ford de 1917 que pertenecía a The West Galicia Rail Company y un carro apagafuegos de 1900. De unos años a esta parte, los escasos visitantes se topan con un recinto abandonado, con las locomotoras roídas por la herrumbre. Sar, la más valiosa, de 1880, hiberna bajo una funda para que nadie, desde la carretera, pueda adivinar su alarmante estado.

Pero el turista que esté dispuesto a pagar los ocho euros que cuesta la entrada de la casa del fetichista Cela se encontrará con un sinfín de objetos mucho más extraños que en la mayoría de los casos sí podrá ver. Hay 107 placas de calles, 9.818 fotos, cien botellas dedicadas a Cela por las celebridades que se las bebieron, 13 relojes, 3.200 esquelas, 62 orinales, 113 vitolas, 300 cajas de cerillas, sellos, cromos, carnés, birretes, plumas, billetes de lotería, diferentes mesas en las que Cela escribió sus novelas y hasta el garrote vil con el que ejecutaron en 1974 al anarquista Salvador Puig Antich, aunque este último ya no se muestra.

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