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Reportaje:

La vuelta a la vida de Pablo Martín

El malagueño, que pensó dejar el golf, gana su primer torneo, el Alfred Dunhill

Juan Morenilla

Cuenta José María Olazábal, mientras charla con Miguel Ángel Jiménez, dos viejos nostálgicos, que antes ellos, cuando eran chavales que se abrían camino en el golf, se fijaban "más que los búhos" en los maestros de entonces, en Ballesteros, Cañizares y Piñero, a los que perseguían "por todos los rincones". Y les entristece a ambos que los niños de ahora, "preocupados en marcar musculito", vayan a su bola: "Tienen una pauta marcada y no salen de ahí", ya no son esponjas, sino golfistas de laboratorio. Pero todavía queda alguna esperanza. Gente como Pablo Larrazábal y Pablo Martín-Benavides, el golfista malagueño al que Jiménez apadrinó mientras se entrenaban en el campo de Guadalhorce porque vio en él "una imaginación" que creía perdida en el golf actual.

El joven jugador, de 23 años, es de los que aún se fijan en los veteranos

Martín-Benavides rescató ayer algunos de esos consejos y ganó en Suráfrica el torneo Alfred Dunhill, el primero de la temporada de 2010. Para el andaluz es mucho más que un magnífico inicio de curso y su primera victoria como profesional. Es la vuelta a la vida después de pensar hace sólo unos meses en dejar el golf a los 23 años porque pensaba que no servía para eso.

Su historia pudo ser la de un talento echado a perder. Durante el Open de España de 2003, con 17 años, llegó a ser líder en la tercera jornada por delante de todos los peces gordos. Era el aviso de lo que venía por delante. Al año siguiente, como tantos otros canteranos, emigró a Estados Unidos atraído por lo que en España es una utopía: estudiar una carrera universitaria (Empresariales, en Oklahoma) y seguir jugando al golf. Y en 2007 se convirtió en el primer aficionado en ganar un torneo del circuito europeo, el Open de Portugal. Ese verano se hizo profesional, se clasificó para el Open de Estados Unidos y firmó con Nike e IMG, dos colosos. El niño había llegado a lo más alto, quería comerse el mundo.

Pero entonces... el hundimiento. Estancado con el swing, los dos últimos años han sido un calvario de cortes fallados, hasta el punto de que volvió a Estados Unidos para recuperar sensaciones. Nada de eso. El regreso a Oklahoma agravó su depresión. En marzo pasado, durante el Open de Andalucía, tocó fondo: falló otra vez el corte y rompió a llorar. Meditó dejar el golf: "Pensé: 'Soy joven, puedo hacer otras cosas, pero así no puedo ganarme la vida". Llegó a un punto de no retorno. Su tarjeta estaba en peligro y decidió luchar por conservarla y seguir sintiéndose jugador de golf.

En Hong Kong, en noviembre, el último torneo de 2009, salvó la tarjeta por los pelos. "Terminé agotado", recuerda; "los últimos meses fueron de una tensión terrible. Fue durísimo y decidí colgar los palos. A Suráfrica llegué sin haber tocado una bola desde Hong Kong". Mano de santo.

Y si Martín-Benavides resucitó en Suráfrica -es el primer golfista que gana en el circuito europeo como aficionado y profesional-, el mallorquín Sebastián García Grout certificó su semana de gloria. El jueves fue el primer golfista de la historia en completar una vuelta en 58 golpes y ayer ganó el Campeonato de España de Profesionales.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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