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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Tomate

Jordi Évole es un excelente humorista, de la (buena) escuela de Andreu Buenafuente. Ya vuela solo, y lo hace bien. Podría decirse que le sobran algunas cosas, pero quién es uno para decir qué. Ahora bien, como telespectador interesado en ver buenos programas, yo diría que si algún colesterol tiene su Salvados (La Sexta), que vi el domingo, es el tonillo de la voz en off que acompaña las aventuras del Follonero.

Dicho esto, que es muy poco, añadiría quizá que Évole podría abordar programas no exclusivamente humorísticos, aunque el humor sea en su caso una vaselina muy apropiada para meter follón, que es su modo de hacerlo. Él se plantaba en el programa de Buenafuente, decía lo que tenía que decir y su maestro se ponía colorado. En su nuevo periplo, Évole busca sus propios asuntos y le mete el dedo en el ojo a la actualidad, y no sólo a un personaje o a Buenafuente. En esta ocasión, le metió los dedos en la boca al ex ministro Barrionuevo, para saber cómo tiene la lengua. Fue un buen gag, aunque daba cierto repelús, debo reconocerlo. Barrionuevo entendió la metáfora, menos mal: lo que quería decir El Follonero es que la gente cree que si Barrionuevo deja de morderse la lengua se inquietarían muchos.

Pero a Barrionuevo lo dejó ahí, mordiéndose la lengua hasta la semana que viene. Porque esta vez Évole había viajado a la ruta del tomate, a El Ejido, para saber cómo se desarrolla desde ahí el (eso se decía) incomprensible encarecimiento de ese producto que ahora ya es sinónimo en España de cotilleo en la tele. Esta vez se hablaba del tomate verdadero, el que sabe a tomate; las entrevistas fueron interesantes. No sé por qué la gente siempre que ve un micrófono delante se siente en la obligación de culpar al Gobierno de todo, pero eso es así. Y los agricultores de El Ejido se quejaban de dos cosas: de que el Gobierno los tiene tirados y de que los intermediarios se forran.

Nada de eso es nuevo, pero estaba bien hilado, era un reportaje. Si Évole le quitara esas voces que a veces lo acompañan hubiera sido un reportaje interesante y no un programa de humor. No lo era. Si era verdad todo lo que se decía, era un espacio sobre agricultura y precios, y no estaba nada mal.

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