Nadal tortura a Berdych
El mallorquín se impone tras ganar 13 juegos seguidos y España domina (2-0) a la República Checa
Tomas Berdych se presentó al partido vestido con americana y pantalones blancos. Era una trampa. Berdych venía dispuesto a mancharse de tierra roja. Berdych quería romper cada pelota sin que le importara nada cualquier manual de etiqueta: está en la final de la Copa Davis para jugar a pecho descubierto, sin red ni paracaídas que le frenen si se despeña. El checo le entregó a Rafael Nadal su primer servicio y Jaroslav Navratil, su entrenador, no vio motivo alguno para la alarma. No gesticuló. No dijo nada. Ni siquiera se movió de su banquillo, desde el que su reloj lanzaba destellos que cortaban la luz del Palau Sant Jordi como cuchillas plateadas. Navratil tenía un plan. Berdych lo ejecutaba: puñalada a puñalada, sus pelotazos planos aprovecharon cada bola corta de Nadal y explotaron su revés sin alma. El español pagó con sangre cada centímetro concedido. Cedió inmediatamente su saque (1-1) y sólo su fe inquebrantable le permitió crecer en el juego según lo hacían las exigencias del partido: empezó siendo un tenista con la pasión como argumento y acabó imponiendo el sello que le distingue como el mejor del mundo sobre tierra (7-5, 6-0 y 6-2). España dominaba por 1-0 la final. A David Ferrer le tocaba después buscar el segundo punto contra el peligrosísimo Radek Stepanek.
Nadal reconoce que empezó "nervioso" y Berdych confiesa que quería "desaparecer"
Dos palabras nacidas de la misma voz se imponen al griterío del Sant Jordi cuando Nadal se encuentra en situación de máximo peligro. "¡Vamos, Rafael!", grita Toni Nadal, su tío y entrenador, con 4-5 y 0-30. Berdych está a dos puntos de ganar el primer set, por el que camina con la convicción de un elefante. Para el número dos ese grito es como un pistoletazo de salida. El mallorquín gana 18 de los siguientes 23 puntos. El marcador que resulta de esa suma le descubre transformando una situación de alarma en una de plácido regocijo: 7-5 y break a favor en la segunda manga. El checo nunca se recuperó de la oportunidad perdida. Empezó jugando como un gigante y acabó entregando el partido con la candidez de un niño. Sólo resistió un set, en el que se apuntó cuatro opciones de break, y Nadal lo aprovechó con saña: su rival encajó un 13-0 (de 5-4 a 5-7, 0-6 y 1-4, cuando cortó la hemorragia).
"Quise desaparecer de la pista", dijo luego Berdych sobre su marcha al vestuario tras la segunda manga perdida; "no me voy a quedar sentado en un sillón llorando. Es sólo un punto. Quedan otros".
Nadal gobernó las dos últimas mangas con su derecha. Ese golpe tuvo el peso de un sopapo. Su revés, poco más que una caricia cuando arrancó el encuentro, acabó siendo un buen apoyo. La pista recibió al manacorense con humo, igual que si fuera una estrella de rock, y a este ritmo desenfrenado domó Nadal a su adversario, al marcador y al reloj del partido: ganó en 2h 28m, un suspiro sobre arcilla, puro fuego.
"El primer set fue realmente complicado porque empecé nervioso y él agresivo", reflexionó luego; "cuando he conseguido relajarme y tirar para los lados con bote, el partido se ha decantado más rápido de los esperado". ¿Y el parcial de 13-0? "No creo que haya ganado nunca por 6-0 y 6-0 un partido de la ATP", contestó el número dos del mundo, constantemente animado por la grada. "¡Vamos, Rafa!", le decían. "¡Vamos, España!", le gritaban más de 16.000 espectadores mientras agitaban banderas rojigualdas. Hubo siempre música de charanga, de vez en cuando una orquesta de jazz y constantemente cientos de olés para celebrar que se ganaba. Lo agradeció Nadal -"en pocas Davis el público ha estado tan metido en el partido desde el primer punto"- y lo reconoció el presentador cuando cogió el micrófono: "Se están portando muy bien".
Berdych acabó hundido. Nadal, lanzado. España busca su cuarta Ensaladera, pero aún le queda un rival de cuidado: juegue el individual o el dobles, Stepanek compite con una raqueta hecha a medida. Es un cuchillo afilado. Cuidado.
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