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Columna
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Candidaturas y caricaturas

Antes de refundar Izquierda Unida se han fundido a Inés Sabanés, portavoz de la formación en la Asamblea de Madrid. La dirigente política más valorada de la región, detrás de Esperanza Aguirre, según la encuesta publicada por este periódico el pasado mes de mayo, no presentará su candidatura al proceso interno para designar cabezas de lista en las elecciones autonómicas de 2011, proceso kafkiano, ininteligible para los profanos y los ajenos, para los no versados en los vericuetos del aparato, para los que desconocemos los intríngulis de la organización y sus métodos, anclados en las anquilosadas tradiciones de los clásicos partidos comunistas. Una vez más, IU dilapida su capital político, pero ellos no son capitalistas y recelan de toda la parafernalia de las encuestas y de los castings de popularidad. Ser famoso no es mérito, ni crédito, en el proceso interno de elección de candidatos de la coalición de izquierdas. Así lo sentenció en vísperas de las anteriores elecciones madrileñas uno de los dirigentes, gerentes, del aparato partidario. Ya no recuerdo si la frase la pronunció Gregorio Gordo, coordinador general de IU en Madrid, o Ángel Pérez, hoy portavoz municipal de la formación que sustituyó a Sabanés en el Ayuntamiento de la capital; no lo recuerdo y no me gusta recurrir muy a menudo a las hemerotecas para no llorar.

Si es así como Izquierda Unida trata a sus minorías, no merecería tener ninguna

En vísperas de aquellos comicios, Gordo y Pérez, representantes de la corriente mayoritaria, léase Partido Comunista, ya anunciaron su intención de prescindir de la popular concejal en el municipio, quizás precisamente por eso, por su sospechosa popularidad, que podía poner en tela de juicio la impopularidad de los dos cabezas de lista, muy conocidos, eso sí, entre los más reconocidos miembros del aparato partidario. Al final, Pérez y Gordo, presionados por los clamores mediáticos en defensa de la defenestrable Inés, la desplazaron a la Comunidad para enfrentarla en la tribuna a la número uno del cotarro, la recrecida Esperanza Aguirre. No se empequeñeció ante la titánica tarea. La portavoz Sabanés plantó cara y verbo a la carismática y verborreica presidenta durante una legislatura bronca y complicada.

Algo ha salido mal. Tras dos años y un día bregando con el embolado, Inés Sabanés, trasplantada forzosa del Ayuntamiento a la Asamblea, no ha escarmentado: es más popular que antes y está más valorada en las encuestas. ¡Alarma! Mira que se lo habían dicho, por activa y por pasiva: la popularidad no sólo no es suficiente en IU, es contraproducente, se acabaron las contemplaciones y los paños calientes. Pérez y Gordo, cabecillas de lista, no se han molestado esta vez en dar explicaciones. Ya dijeron que no pensaban contar con ella y ella, para no dar más pábulo a las polémicas, ni ocasión para que sus decapitadores vuelvan a lucirse con incalificables descalificaciones, ha hecho mutis del Foro y por el foro. La portavoz Sabanés había anunciado que sólo presentaría su candidatura en un proceso de amplia base de consulta, pero una vez más ha vuelto a elegir el Comité, el pequeño gran comité que toma las decisiones en el seno del partido mayoritario.

Dijo el sabio (no me pregunten cuál) que un asno es un caballo diseñado por un comité, pero últimamente los asnos tienen muy buena prensa, entre otras cosas porque han estado a punto de extinguirse como casi todos los dinosaurios.

Si es así como IU trata a sus minorías, no merecería tener ninguna. Los socios de IU Abierta, sector minoritario de la coalición en el que se encuadra Inés Sabanés, se perciben muchas veces, desde la mayoría, como advenedizos compañeros de viaje, sospechosos de heterodoxia e indisciplina, dos pecados capitales que el Partido ha castigado siempre con severidad. Ahora, en vísperas de la anunciada refundación, con la que Izquierda Unida quiere abrirse, le han cerrado la puerta en las narices a Izquierda Abierta. ¿Incomprensible? No tanto. La decisión de adelantar la elección de candidatos de IU a la Comunidad y al Ayuntamiento se ha situado como un paso previo a la refundación. Hay que dar tiempo para que Gordo y Pérez puedan ponerse a refundar a sus anchas, a foguearse en los debates refundacionistas y a darse a conocer, y a conectarse con los ciudadanos madrileños sin el lastre de tener que responder a cada paso a incómodas preguntas sobre el tema de la compañera Sabanés y los aperturistas de su cuerda, y sobre el papel de las corrientes minoritarias en el estricto seno de la coalición. Tiempo para hacerse más populares, sin pasarse de la raya por aquello del culto a la personalidad, tan mal visto desde que la palmaron Stalin y Mao y se jubiló Fidel Castro.

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