La bruja sigue viva
Marilyn Manson no inventó nada. Su personaje, como su nombre, es un pastiche. Casi una imitación de Alice Cooper que, 30 años antes, ya escandalizaba a los padres biempensantes de Minnesota con su satanismo de chirigota y esa actitud de "me meto todo lo que pillo y me tiro a todo lo que se mueve". Una coartada para Brian Hugh Warner, el hombre bajo el maquillaje, un tipo inteligente capaz de detectar la hipocresía estadounidense y meter el dedo en la llaga. Pero, amigo, cumples los 40, se te empiezan a acabar las ideas epatantes, haces un disco quejicoso y autocomplaciente como The high end of low y la frase más habitual que te dirigen es "me gustaba más antes". Hasta aquí las malas noticias. Las buenas son que la edad también tiene sus ventajas y Manson es hoy más sarcástico y menos panfletario, menos histriónico pero igual de carismático y con un público más fiel y nada oportunista.
El jueves, su troupe llega al Palacio de Deportes con un show corto, alrededor de una hora, que cubre toda su carrera.Apetece más verle ahora que en 1997, cuando era un modelo para góticos advenedizos, modernas y cuarentones con Harleys.
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