El abrazo del circo moderno con el siglo XIX
Los artistas reivindican un 'show' sin payasos ni animales
En el escenario hay un cobertizo de madera, enaguas colgadas de una cuerda de tender, flores secas, una regadera de hojalata, desgastadas cajas de instrumentos, maletas de las que se compran en el Rastro... "¡El nuevo circo se hace con cosas viejas!", grita desde una tramoya alguien que está colgando un trapecio. El atrezzo forma la placita de un shtetl ("pueblecito" en yiddish). El único animal bajo los focos es un nostálgico caballito de madera.
Bienvenidos a un circo donde no hay fieras ni payasos de nariz roja. "Nosotros contamos una historia y mezclamos disciplinas como la danza contemporánea, el teatro de calle, la música o el malabarismo", dice Adrián Schvarzstein, el director de la catalana Circus Klezmer, una de las tres compañías circenses incluidas en el programa del Festival de Otoño de Madrid.
"Odié el circo que vi cuando era niño", dice el director de una compañía
El también llamado circo contemporáneo en realidad no es nada nuevo. Según Schvarzstein, que se considera un "cómico físico", recupera el vodevil de finales del siglo XIX, el circo anterior a la II Guerra Mundial y las parodias callejeras que se hacían de las óperas en el XVIII. Su espectáculo vuelve a los orígenes y se aleja del circo de "convencional".
"Yo lo odié cuando me llevaron a verlo de pequeño. Me traumatizó", dice el cómico. Primero, por el uso de animales: "El único animal que disfruta actuando es el hombre, no quieres saber cómo se adiestra un oso". "Además", continúa, "con la aparición de la televisión se infantilizó, en el mal sentido, un espectáculo que siempre fue para todos los públicos".
A Dimitri de Perrot, co-director de Zimmermann & De Perrot que presentó en el Festival de Otoño Chouf Ouchouf, sí le gustaba el circo de pequeño. "De él hemos heredado el humor, la sensación de peligro y la búsqueda de la perfección; hay que ser muy perfeccionista, porque puedes salir con una pierna rota", dice. Todavía le sigue emocionando ver que "los circos familiares, esas pequeñas y delicadas sociedades, sobreviven ofreciendo, en un mundo tan saturado de imágenes, un espectáculo tan simple".
Sin embargo, las influencias de su espectáculo son otras. Las de su generación: "La MTV, la tele, los videoclips...". "Sampleamos el mundo, hacemos zapping con las pequeñas cosas que vemos en la calle y que nos inspiran", dice De Perrot, que, como el otro co-director de la compañía, procede de las artes visuales. Juntos crean desde el escenario ("es un personaje más") la música o la coreografía. El resultado es una reflexión filosófica sobre lo que es real y lo que no.
Ejemplo: sobre un bucle de música minimalista, un acróbata se retuerce en el suelo -en lo que parece una pieza de danza contemporánea- mientras otro va doblando una botella de agua en las mismas posiciones y haciendo que los crujiditos del plástico se mezclen entre el beat de la música.
La tercera apuesta del festival es Lang Toi, de la compañía Le Tuan Anh o Nuevo Circo de Vietnam. Su punto fuerte es el exotismo: instrumentos ancestrales, acrobacias mezcladas con artes marciales, escenarios espectaculares... Como en los otros espectáculos, hay un hilo argumental. Un mensaje. Mucha poesía.
"No hacemos un circo de proezas, todos los números sirven para contar la historia", concluye Schvarzstein, que cita como influencias a Chagall, Buster Keaton y la Commedia dell'Arte. Aunque él asegura que, gracias a la aparición de escenarios (como el Circo Price) y de escuelas especializadas (Rogelio Rivel en Barcelona, Carampa en Madrid) el nuevo circo va ganando popularidad en nuestro país, es consciente de que todavía queda mucho camino por recorrer. "Cuando dices que trabajas en un circo, la gente aún piensa en leones y payasos, y te pregunta '¿y de qué vives?", admite Schvarzstein. Circus Klemzer ha actuado 270 veces en los últimos cinco años. Sólo 30 de ellas han sido en España.
Porque estos circos son otra cosa. Cuentan historias. Nada de payasos, domadores ni números independientes con su presentación y su redoble. "¡¿Cómo están ustedeeeeees?!". No, gracias.
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