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Reportaje:

Manuel Rosales, atleta perpetuo

Corre dos maratones al año con 74 años y hace 4 minutos por kilómetro

Al final de la conversación, cuando fluyen las anécdotas y las confidencias, Manuel Rosales Touza (Marín, 1935) reconoce que le empieza a pesar salir a correr. Es tan sólo un leve resquicio en una fortaleza mental y física fuera de lo normal. Con 74 años, Rosales hace entre 15 y 20 kilómetros al día, va al gimnasio, corre dos maratones al año y unas cuantas carreras de fondo. Dice no sentir cansancio, sólo desazón cuando pasa un día sin entrenar: "Soy un adicto. Si no corro me siento mal porque el deporte me da una sensación de bienestar y estoy más contento".

Rosales no para. "El día no me llega, tengo muchas cosas que hacer", advierte antes de detallar su peripecia vital, la de un joven que a los 18 años era ciclista y alternaba en el pelotón con Bahamontes, Julio Jiménez o los hermanos Rodríguez, Delio y Emilio, estandartes del ciclismo gallego de posguerra. A los 20 ya lo había dejado. "Fuimos a correr la Volta a Portugal y en plena competición murieron dos amigos, uno de Talavera y otro de Madrid", Fue la simpatina (un tipo de anfetamina). "Aquello me impresionó mucho y dejé la bicicleta", recuerda Morales. Emigró a Alemania donde trabajó como mecánico, soldador y tornero, pero le afectaba a los pulmones. No respiraba bien y decidió regresar a Galicia, a Marín. "Tenía un amigo que era atleta y empecé a meterme en el mundillo", explica. Pero ya no era un chaval, se inscribió en el campeonato de España de veteranos para correr los 10.000 metros y le doblaron tres veces.

Es también inventor. Creó un dispositivo para cinturones de seguridad
Este correcaminos ha sido campeón del mundo en 16 ocasiones

"No me desanimé, volví el año siguiente y quedé tercero". Uno de los que le superó ese año, 1985, fue José María Odriozola, el presidente de la Federación Española de Atletismo, pero fue la última vez que Rosales les vio la espalda. "Es todo una cuestión de voluntad", revela el veterano correcaminos, aunque lo cierto es que tras esa constancia hay una capacidad innata. Con más de 50 años, Rosales corrió la Maratón en menos de dos horas y media. Subyace la pregunta de hasta dónde hubiera podido llegar de haberse dedicado al atletismo antes. También vio resultados. Unas pruebas que le hicieron en EE UU revelaron que era capaz de ofrecer un rendimiento cercano al 94%, superior al de Abel Antón o Martín Fiz y próximo al del más grande, el etíope Haile Gebrselassie.

Con todo, aunque sea en edad otoñal, Rosales acumula plusmarcas. Nadie que supere los 60 ha corrido una media maratón más rápido (1 hora y 14 minutos) o suma tantas victorias en mundiales de ruta o pista, en 10.000 metros. "He sido campeón del mundo 16 veces". Pero nada es comparable, dice, a correr una Maratón. En ella ha encadenado victorias en los escenarios más anhelados por los fondistas: Boston, Londres, Rotterdam o Nueva York, donde acudió 11 veces y ganó en ocho. Este año no pudo acudir por una lesión, pero ya está en forma: el día 15 estuvo en una carrera en Ourense. "Volveré a Nueva York", aventura.

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Varían los escenarios, pero no la distancia, 42 kilómetros y 195 metros, ni la mística de reeditar el mito de Filípides. "Es, sin duda, la carrera más bonita; no es rutinaria y en cada una sucede algo diferente, una prueba de fuerza, de resistencia", concluye, capaz de mantener ritmos próximos a los cuatro minutos por kilómetro. "Los médicos me dicen que si me siento bien, que siga". Es fácil verle desde Marín hacia Aguete, en dirección al Lago Castiñeiras o por la autovía hasta Pontevedra o en las pistas de la Escuela Naval.

Cuando se lo pide el cuerpo, Rosales también le da a la mente: un ingenio suyo, un dispositivo para cinturones de seguridad, recibió un galardón en el Salón de Inventores de Bruselas. Resulta que mientras las piernas fluyen también lo hacen las ideas. Y para ejemplificarlo recuerda como en una oportunidad se pasó seis horas en el taller buscando la solución a un problema. Lo dejó sin resolver, volvió a los dos días y nada. Era un domingo. decidió salir a entrenar y mientras corría hacia Aguete vió la luz. Regresó al taller, dibujó un croquis y siguió corriendo. Y ahí sigue, sin vislumbrar la meta.

El atleta Manuel Rosales, corriendo por el paseo marítimo de Marín.
El atleta Manuel Rosales, corriendo por el paseo marítimo de Marín.LALO. R. VILLAR

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