Los traspiés de la sucesión
Siete meses después de la elección de Griñán, se suceden las diferencias
Hace siete meses se produjo un terremoto político en Andalucía y no se movió ni una piedra. Manuel Chaves dimitió como presidente de la Junta, tras 19 años en el cargo, y cedió los trastos -porque así lo decidieron tres: él, el número dos del PSOE, Luis Pizarro, y José Luis Rodríguez Zapatero- a su amigo José Antonio Griñán, de 63 años. Hubo tanta unanimidad en la decisión y en las votaciones preceptivas posteriores que nadie preguntó por qué éste y no otro. No se levantó una ceja. Era el único que concitaba la unanimidad. El acuerdo del relevo se hizo en silencio y apretando tornillos sueltos. Pero los efectos de ese terremoto se han dejado sentir ahora. Como ocurre con frecuencia en el PSOE, estas cosas empiezan con un tropezón por un cordón suelto en el zapato, un mal paso dado al azar que al poco deriva en molestia y luego, en inflamación, sin recordar bien cuál fue su origen.
Griñán se cabreó cuando Chaves ordenó parar los dimes y diretes
Los dos dirigentes y amigos han recompuesto sus diferencias
El primer traspié tontucio lo da Chaves cuando en el mes de julio reconoce públicamente una obviedad, una ley no escrita, pero inexorable, del PSOE: las bicefalias no funcionan. Opina que José Antonio Griñán (JAG) debe asumir la secretaría general -que él quiso dejar en manos de Luis Pizarro en el congreso de julio de 2008 y que no le dejaron por falta de unanimidad-, pero cuando toque, en 2012. Su alma gemela en el partido, Luis Pizarro, insiste en el mismo mensaje y a JAG empieza a torcérsele el gesto. Cuando aceptó suceder a Chaves, no pidió la secretaría general, así que no entendía bien (y sigue sin entender) a qué venía hablar de bicefalia. Antes de irse de vacaciones, el 11 de agosto, tiene claro que quiere decidir no sólo en lo que tiene plena competencia (todo lo relacionado con el Gobierno), sino en lo que no la tiene más allá de ser una voz muy influyente: los candidatos socialistas a las elecciones municipales de 2011.
Sus opiniones no tienen además el corsé de lo políticamente correcto: la gente que le gusta, le gusta, y lo dice, y la que no le gusta, no le gusta, y también lo dice. Tiene una idea de todo y la transmite, "al primero que pasa", según opinan varias personas, lo cual no ha dado pie todavía a que se acuñe el neologismo de griñanada. "Estas no son las cosas de Pepe Griñán", dijo él cuando anunció su intención de reducir a la mitad las delegaciones provinciales de la Junta en esta legislatura, una parte de la ambiciosa reforma de la Administración autonómica que tiene en mente, en la que quiere sobre todo que los nombramientos de altos cargos se guíen por el mérito y la capacidad y no por sus agarraderas en el PSOE. Es un contraste muy grande con su antecesor, que siempre se ha movido con extrema prudencia y midiendo los efectos de cualquier decisión. "Cuando un estilo cambia tanto genera incertidumbre y habrá que aprender los nuevos códigos", reconoce un dirigente socialista. "Hemos pasado del cielo a la tierra", admite otra persona, que apunta que "el oficio de presidente de la Junta hay que aprenderlo".
Esos cambios de estilo son evidentes en el Gobierno andaluz. JAG ha dado orden a sus consejeros de que cuando ejerzan como tales mantengan el perfil institucional y no arremetan contra Javier Arenas. Pero no se ha rodeado de ningún guardia pretoriano que le evite cualquier rasguño, como Chaves sí hizo con Gaspar Zarrías. La política de comunicación del presidente está en pañales en comparación con la de su antecesor; "ahora el portero juega de delantero", afirma un experto en la materia.
Todos esos ingredientes van sumando desajustes en principio considerados normales. Pero hay otro tropezón. El día que Griñán, también públicamente, proclama que él es el líder del PSOE cuando nadie había dicho lo contrario. Muchos se pusieron en guardia y especularon con diferencias con Chaves y Pizarro. Según fuentes socialistas, a JAG le molestó que sólo unas horas antes, Pizarro, en un desayuno con periodistas, lo calificara como el "referente" del PSOE de Andalucía. No entendía qué quería decir con eso, lo consideraba como un rango menor.
24 horas después, Chaves ordena en el comité director parar los "dimes y diretes" y da una orden taxativa a su partido para que estén encima de los problemas de la gente y no "en falsos problemas que no existen". Cuando JAG lo escucha tuerce el gesto completamente y está a punto de intervenir otra vez ante el máximo órgano entre congresos. Su cabreo con Chaves es total en ese momento. Algo en la relación de ambos se quiebra, suena un crac, que han intentado recomponer pactando una hoja de ruta para anticipar el congreso, en el momento que mejor convenga al PSOE. Pero el ruido vuelve con estridencia hasta que surge otro titular de prensa en el que se afirma que el presidente tiene pensado cambiar su gobierno en la próxima primavera -algo que desmintió- y quiere cuanto antes un congreso extraordinario -algo que no descartó-, lo que provoca toda una semana de contradicciones a la que ayer se intentó poner fin.
Dimes y diretes
- Griñán (mayo). "No necesitaré tomar el mando del PSOE".
- Chaves (julio). "Las bicefalias no son buenas".
- Griñán (15 octubre). "Yo soy el líder del PSOE y no tengo ninguna duda". "Chaves y Pizarro, antes que compañeros, son mis amigos y eso no lo perdería nunca. Antes me iría de presidente".
- Chaves (16 octubre). "El partido no tiene que estar en dimes y diretes, en falsos problemas que no existen".
- Griñán (octubre). "No quiero distraer al PSOE con un congreso extraordinario".
- Chaves (3 noviembre). "El congreso de celebrará cuando corresponda".
- Griñán (15 noviembre). "Si hay un congreso extraordinario será de común acuerdo. Puede haberlo, no digo que no, pero porque Chaves quiere y manteniendo el statu quo".
- Chaves (19 noviembre). "El congreso no entra dentro de nuestras preocupaciones".
- Griñán (19 noviembre). "No lo descarto, mire usted, ya tiene un titular".
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