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Columna
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Interinidad

Transcurridos más de nueve meses desde las últimas elecciones autonómicas, las tres fuerzas políticas gallegas siguen inmersas en un proceso de transición cuyo final no parece inmediato. Esta situación de interinidad es muy evidente en los partidos que configuran la actual oposición (PSdeG y BNG), pero afecta también, aunque por razones muy diferentes, al Partido Popular.

Sin duda es el Bloque el que proyecta más incertidumbre y tiene ante sí más incógnitas sin despejar. En su última Asamblea las grandes decisiones en el terreno político y organizativo han quedado aplazadas hasta el próximo congreso ordinario de la organización cuya fecha de celebración está todavía por determinar, y que unos prefieren antes de las elecciones municipales con el fin de superar el deterioro de la marca y recuperar el crédito perdido, y otros han optado por aplazarlo hasta después de los comicios locales, para evitar así una confrontación interna que podría resultar letal en pleno proceso electoral. Sea como fuere, las espadas siguen en alto, y la lucha por el poder entre la corriente nucleada por UPG -todavía mayoritaria, pero ya no hegemónica- y la denominada Máis BNG encabezada por Carlos Aymerich, no ha hecho más que entrar en una nueva fase cuyo final es cada vez más incierto.

La cultura y vocación de Feijóo es ejercer el poder en Madrid; la Xunta es para él un escalón

Especialmente grave, como consecuencia de todo ello, es la falta de liderazgo que en este momento lastra el Bloque. Porque, evidentemente, el portavoz parlamentario, Carlos Aymerich, el dirigente que protagoniza los grandes debates y confrontaciones en la Cámara del Horreo no será, con la actual mayoría, el próximo candidato nacionalista a la presidencia de la Xunta, y el portavoz nacional, Guillerme Vázquez, ha renunciado pública y explícitamente a jugar ese papel. Por tanto, o mucho cambian las cosas o el nacionalismo gallego se verá obligado a improvisar un candidato para enfrentarse a socialistas y populares en las próximas elecciones autonómicas. No parece éste un panorama ni estable ni alentador.

El PSdeG, gracias a la estabilidad que le proporciona su pertenencia al PSOE, ha logrado sustituir a Touriño sin traumas, y ha podido elegir, pese a la dificultad que genera siempre una derrota inesperada, elegir una nueva dirección y un nuevo secretario general. Pero el precario equilibrio alcanzado puede saltar hecho pedazos si el Partido Socialista no supera con éxito la prueba de las elecciones municipales. Y tal cosa será difícil que ocurra si el PSdeG no es capaz de renovar muchas de sus candidaturas agotadas y de formular un proyecto político y programático que lo transforme de nuevo en la cabeza de una alternativa creíble al actual gobierno de la derecha. Pero el futuro político de Pachi Vázquez y el de su equipo no depende sólo de lo que ocurra en Galicia, sino también de la evolución de la política española. Por supuesto, si el PSOE sigue su trayectoria descendente y Zapatero pierde las elecciones generales de 2012, Vázquez será el encargado de gestionar, un año después, la derrota anunciada en las elecciones gallegas. Pero si, por el contrario, como consecuencia de buenas noticias económicas y de la incapacidad del PP para resolver su crisis interna, el PSOE recupera aliento y Zapatero gana las elecciones, entonces no duden ustedes que surgirán con mucha fuerza nombres para encabezar la candidatura socialista a la Xunta de Galicia. José Blanco y Francisco Caamaño entre ellos.

Finalmente, y aunque parezca paradójico, tampoco el PP tiene asegurada una estabilidad duradera. En efecto, si Rajoy no resiste finalmente las presiones a las que le está sometiendo su partido o pierde de nuevo las próximas elecciones, Feijóo será, sin duda, uno de los candidatos a dirigir la derecha española. Pero aunque Rajoy logre acceder a la presidencia del gobierno no puede descartarse que Núñez Feijóo aspire a formar parte del nuevo Ejecutivo liderado por el pontevedrés.

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Dicen que la función hace al órgano, pero yo estoy convencido de que la cultura y vocación de Feijóo es ejercer el poder en Madrid, y de que la Xunta de Galicia es para él un servicio obligatorio y un escalón para conseguir aquel objetivo. Es cierto que cuando se le ha preguntado por esta aspiración, Feijóo lo ha negado. Pero lo es también que lo ha hecho con la boca pequeña y con una retórica diplomática que nada desmiente de forma categórica. Sólo cabe esperar, y exigir, que no subordine los intereses de Galicia a la estrategia general del PP ni a sus intereses personales. Estaremos atentos.

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