El lujo de pagar poco
En septiembre de 2008, las compañías low cost superaron por primera vez a las tradicionales en viajeros que aterrizaban en España, con 2,99 millones de pasajeros frente a 2,66, según el Ministerio de Industria. Una cifra que no ha hecho más que crecer en los últimos tiempos, igual que el concepto low cost, que se ha extendido a todas las áreas de la vida moderna desde los viajes —entre enero y octubre de este año, 57 millones de personas utilizaron bajo coste para volar a España— hasta la gastronomía.
"Los consumidores ya no se creen que lo que cuesta más tiene más calidad", reflexiona Josep Francesc Valls, autor de Fenómeno low cost (Deusto). En el libro analiza una encuesta entre los usuarios de eDreams, el buscador de viajes online. En 2005, un 73% de los encuestados no creía que a mayor desembolso, mayor calidad. Dos años después, la cifra ascendía a un 93%. Más que low cost de bajo nivel, se trata de la revolución de los básicos en todos los ámbitos. Ese cambio comenzó hace 30 años con la estantería Billy, producto estrella de Ikea. Con sus muebles ubicuos, la firma sueca ha conseguido que cuando estás de fiesta en el salón de tus colegas, te sientas como en casa. Después de los muebles le tocó a la moda: la ropa de segunda mano se empezó a llamar vintage mientras Zara o H&M democratizaban el estilismo. Y las marcas blancas sentenciaron. Comprar barato no produce complejos.
"El 'low cost' gana adeptos porque los consumidores ya no se creen que lo que cuesta más tiene más calidad" (J. F. Valls)
Cuatro de las diez personas más adineradas del mundo según Forbes lideran una empresa low cost. Ingvar Kamprad dirige Ikea, Karl y Theo Albrecht gestionan los estantes del supermercado Lidl y Amancio Ortega preside Inditex. "Cuando creamos una prenda, primero pensamos en el precio más razonable para venderla. Luego encontramos los medios y la hacemos", explica siempre Ortega. Una filosofía textil que sirve para definir cualquier iniciativa low cost.
Al desapego a la marca se añade "el tirón de la tecnología y el uso masivo de Internet de las compañías de bajo coste", aclara Edoardo Narduzzi, coautor de El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste (Lengua de Trapo). "La democratización de servicios otorga oportunidades a la sociedad, y surge un consumidor más consciente y maduro. Pasamos del concepto de clase media al de clase masiva". La homogeneización es una contrapartida de lo barato, como las dudas sobre calidad o derechos laborales. "Se banaliza la escapada, y un fin de semana en Estambul parece uno en Burgos", comenta Iñaki Gómez, autor de Europa low cost (Anaya Touring). A pesar de todo, la vida es más amable pagando menos. Uno de cada dos viajeros que llegó a España en 2008 lo hizo en Ryanair, Easyjet o Air Berlin. Aplicamos la teoría en una escapada de finde a 6 de los 159 destinos a los que se puede volar a bajo coste desde España.
Amsterdam a pedales
En esta ciudad se vive sobre dos ruedas y hacerse con una típica omafit (bici de abuela) oscila entre 7 y 10 euros en Mike's Bike (ToursKerkstraat 134). Cuidado con las vías del tranvía y el resto irá rodado. Los sábado hay que pasar por Noordermarkt, donde los granjeros plantan su mercado con degustaciones biológicas. Entre semana, más aperitivos, verduleras y cachivaches en el mercado de Albertcuypmarkt. Y el domingo, bueno rima con barato en Broodje Bert (Singel 321), donde sirven los mejores desayunos y sándwiches de la ciudad. Los parques se las ingenian para tener encanto nieve, llueva o haga sol. Vondelpark, además, alberga el Filmmuseum (www.filmmuseum.nl), con ciclos de cine económicos. Al atardecer es bonito tomar un ferry gratuito en Centraal Station y disfrutar de las vistas de la ciudad desde el agua. Para navegar en Internet y cambiar tu concepto de biblioteca pública ve a la OBA (www.oba.nl). Aquí puedes escuchar discos o a algún pianista desconocido hasta las 22.00. La última planta tiene un espectacular bufé y la mejor panorámica de la ciudad. Zumitos de cebada en Brouwerij 't IJ (Funenkade 7), cervecería artesana en un viejo molino. Si tu presupuesto es de shawarma, para comer pregunta por Ali-Baba (Rozengracht 212); por 4 euros pruebas el ganador de la shawarmacup del año pasado. Otra opción, los asiáticos de Newmarket (10 euros). La antigua casa okupa OT301 (http://ot301.nl) tiene teatro, club y restaurante. Occii (www.occii.org) es un buen sitio para música en vivo por menos de 5 euros. La cultura, en la sección What's on de la web de la ciudad (www.iamsterdam.com). Y lo típico, un canal tour de noche con Lovers (12 euros; www.lovers.nl). Y si tienes curiosidad por el Barrio Rojo, pregunta por Narrow Street. NACHO GUIJARRO
París no es una ruina
Metro, autobús y cercanías son lo mejor para moverse por París, y con una tarjeta ParisVisit (14,70 dos días; www.ratp.fr) se puede utilizar toda la red. Pillar una bici y dejarla en la otra punta de la cité es el lema de Velib (www.es.velib.paris.fr), sistema de alquiler desde un euro por día. Los museos nacionales son gratuitos el primer domingo de cada mes, pero si la cola es kilométrica o si no te cuadra, déjate caer en lugares de creación contemporánea como Le 104 (www.104.fr) o Le Plateau (www.fracidf-leplateau.com). A dos pasos de Les Buttes Chaumont, uno de los parques más bucólicos de la ciudad, se encuentra la Piscina Pailleron, monumento histórico donde podrás darte un baño de película o relajarte en un jacuzzi por 3,50 euros. En el canal se encuentra el Bar Ourq (68, Quai de la Loire), wi-fi, bebida y picoteo aderezado con un hilo dj musical. Si no tienes nada que leer, en Mona Lisait (www.monalisait.fr) encuentras rarezas y curiosidades bibliófilas. Los mercados gastronómicos invaden calles y plazas. En Marché des Enfants-Rouges, el más antiguo y con más encanto, podrás degustar exóticas delicias a pocos metros del Marais, barrio repleto de galerías. Para comer, Chartier (www.restaurant-chartier) es un restaurante-monumento nacional cuyo decorado permanece intacto desde hace un siglo. Una infusión a lo Alicia en el País de las Maravillas en La Charlotte de l'Isle (24, rue Saint Louis en l'Isle), microsalón de té con dulces, chocolates y tartas indescriptibles. La noche empieza en La International (www.linternational.fr): entrada gratuita, consumiciones baratas, programación ecléctica y de buen gusto para este bar-sala de conciertos. La fiesta sigue no muy lejos, en La Maroquinerie, La Bellevilleoise o La Flèche d'Or, donde la ciudad vibra. HÉLÈNE BERGAZ
La bohemia berlinesa
"Pobre, pero sexy". Así describió Wowi (Klaus Wowereit), el alcalde gay de Berlín, la esencia de la ciudad del Muro. Por poco más de 10 euros (12,99 por trayecto rebuscando en Easyjet) aterrizas, sin facturar, casi en Kreuzberg, el barrio multikulti, donde el brunch de Wirtshaus Hasenheide (Hasenheide 18) sacia tu apetito por 3,90 euros. No es como subir a la torre de la tele de la RDA, pero con una foto desde la colina del Viktoriapark nadie podrá decir que no has disfrutado de las mejores vistas de la ciudad. Si compras billetes de segunda mano a los perroflautas en el U-Bahn (metro) o recorres la urbe en una bici de Lila Bike (8 euros el día; www.berlin-citytours-by-bike.de) ahorras en bonometros. Los patios interiores de Mitte y Prenzlauer Berg esconden galerías gratuitas como Neurotitan (Rosenthalerstraße 39) o exposiciones en el Postfuhramt (www.postfuhramt.de). A los museos públicos —Pergamom, Neue Nationalgalerie, Hamburger Bahnhof...— se accede gratis las últimas cuatro horas de los jueves, y con la SchauLUST Karte entras a todos por 19 euros (estudiantes, 9,95). Una currywurst berlinesa vale 1,70 euros en el puestecillo de Konnopke's Imbiss (www.konnopke-imbiss.de), que compite con Curry 36, donde el ex canciller Schröder se zampa los perritos calientes. Por 14 euros te haces con un kilo de ropa al peso en Garage (Ahornstraße 2), paraíso del vintage. Y de ahí a una Weinerei (Zionskirchstraße 40) para pagar lo que tú creas que cuesta el vino. En San Diego Steakhouse (Karl Max Allee 141), los precios son en marcos, mientras que por 3 euros entras a la pista del Kafee Burger (www.kaffeeburger.de). Ineludible el Berghain (12 euros; www.berghain.de). Si no bailas en esta antigua fábrica eléctrica, no conoces Berlín. PABLO LEÓN
De pintas en Dublín
La capital de Irlanda está conectada con el continente a precios de coña por Ryanair (a partir de 2,99 euros por trayecto; www.ryanair.com) o Aerlingus (www.aerlingus.ie). Desde el aeropuerto te plantas en el centro en el bus 16a o el 41 por 2 euros. Ignora el 747 o el 748, cuestan el triple. Desde O'Connell Street hay que acercarse al Isaacs Hostel (www.isaacs.ie) por su sauna, el wi-fi o sus conciertos. Después de pasar por el primer local de ensayo de U2 (en la misma calle que el hostal), toca visita gratis al Irish Museum of Modern Art (www.imma.ie). Durante el finde se puede comer por unos 5 euros en la parte nueva del Trinity College, el campus en el que Joyce, Wilde o Beckett deshojaron su talento. La digestión, en Grafton Street, donde el músico Glenn Hansard dio su primer concierto recreado en la oscarizada Once. Y de la uni a Iveagh Gardens (2 Clomell Street), los jardines secretos del centro. Desde 2 euros, los valientes pueden jugarse su destino en las carreras de galgos del canódromo de Shelbourne Park (www.igb.ie), y después, pase lo que pase, tomar unas pintas en Cobblestones (77 King Street), que programa la mejor música tradicional irlandesa. La aventura continúa en bici pública (3 euros el fin de semana) hasta Phoenix Park (Dublin, 7), el segundo parque más grande de Europa. Si ha ido bien en los galgos, lo suyo es un Jameson doble en Central Hotel (www.centralhoteldublin.com); pero si 7 euros por cada whisky no convence, en Old Jameson Distillery (www.jamesonwhiskey.com) se pueden catar chupitos añejos por 13,50 euros y, de paso, dar un garbeo por la refinería. Las mañanas del último domingo del mes, las gangas del Flea Market (www.dublinflea.blogspot.com) son una obligación. HÉCTOR CASTELLS
Londres por los suelos
La primera adquisición en la capital inglesa ha de ser una travel card de tres días. Por 17 libras entras en metro, autobuses y trenes. Si el hambre aprieta, del mítico café E Pellici (Bethnal Green Road 332) sales desayunado y comido. En el mercado de Borough Market (viernes y sábado) se pica por la cara con degustaciones de productos gourmet. Leon (www.leonrestaurants.co.uk) es un fast food sano, bonito y barato. Visitar las colecciones de los grandes museos londinenses, como la National Gallery o la Tate (abre viernes noche), no cuesta un duro. Las exquisitas galerías de arte contemporáneo, como White Cube o Sadie Coles, tampoco. Un paseo por los enormes y románticos parques —sin árboles raquíticos o columpios— es clave para explorar la ciudad. Si llueve (muy probable), la Mediateca del British Film Institute ofrece cobijo y clásicos del cine sin cobrar. ¿Imposible vivir sin actualizar Facebook? La tienda Apple, en Regent Street, cuenta con ordenadores y conexión free. Para aquellos con portátil a cuestas, en McDonald's invitan a wi-fi. Los restaurantes clavan en la bebida. El truco: cenar en un local que permita llevar tu priva, conocidos como BYO (Bring Your Own). Los indios en Brick Lane y el popular paquistaní Tayyabs (www.tayyabs.co.uk) dan esa opción. La pinta de cerveza más barata del Soho (unas 2 libras) se sirve en John Snow (Broadwick St 39). De noche hay conciertos por la gorra en el Old Blue Last (www.theoldbluelast.com). Varios viernes al mes, entrar al Cargo (www.cargo-london.com) es libre. El mejor lugar para la ropa usada (perdón, vintage) a 10 libras es The East End Thrift Store (www.theeastendthriftstore.com). Y para dormir, un bed and breakfast con estilo en la casa de un decorador (www.40winks.org) o apartamentos desde 70 libras la noche (www.think-apartments.com). BRENDA OTERO
Las callejuelas de Lisboa
Para que ir del aeropuerto a Lisboa no te cueste más que el avión (con Vueling, por 20 euros, se puede ir y volver de la capital portuguesa). evita el Aerobús, que clava 5 euros, y opta por un bus de línea al centro por 1,30 euros. El tranvía 28 recorre Lisboa desde el castillo hasta el barrio de Campo de Ourique, sin olvidar Chiado, que va a la última. Las vistas desde el castillo de San Jorge (5 euros) imponen, pero hay miradores públicos como el de la iglesia de Gracia o el de Santa Lucía, en el barrio de Alfama. Lo mejor para moverse es un abono transporte de día (3,70 euros, más 0,50 de la tarjeta) e ir recargando. En los alrededores del Panteón Nacional (Campo de Santa Clara; 2,50 euros), el rastro de la Feria de Ladra tiene de todo. Con una visita al moderno Parque de la Expo (www.parqueexpo.pt) se resaltan los contrastes entre la ciudad vieja y esta zona, donde los viernes hay conciertos gratis. Y de ahí a la Torre de Belem (gratis domingos y estudiantes). Para no deprimirte tras dejarte la pasta en un concierto de fado, la escuela de circo y teatro Chapitó (www.chapito.org ) es la alternativa. Además de restaurante y terraza, en su bar, el Bartó, las noches de fado sólo pagas lo que te bebas. Las tascas portuguesas son lo mejor para cenar, y aunque Casa do Alentejo (Rua Portas Santo Antão, 58) es un palacio con restaurante caro, el bar de la planta de arriba tiene comida asequible. Otra opción es Crew Hassan (www.crewhassan.org), donde tomas algo mientras pinchan. La noche lisboeta es Barrio Alto, lleno de baretos donde la gente bebe caipiriñas, caipiroskas o morangoskas. A las tres cierra todo, pero Bedroom (Rua do Norte, 86) aguanta hasta las cinco sin cobrar. Si no, siempre queda Lux (www.luxfragil.com), que por 12 euros incluye entrada y dos copas. JAVIER FERNÁNDEZ
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