De Pitágoras a Feijóo
Los poetas suelen aborrecer de los números, pero los pitagóricos, poetas griegos de los números, militantes de la religión órfica y despreciativos siempre hacia el mundo material, hicieron de los números su camino hacia el Ser, el camino de la verdad (Aletheia) frente al camino de la vulgar opinión (Doxa) del resto de los mortales que nos conducía directamente al No Ser, que como su nombre indica es como ser del Real Madrid el día del 4-0 del Alcorcón: un desastre. Tardó muchos siglos la opinión popular (vulgar) en ser algo, y lo fue cuando alguien dijo aquello de Vox Populi, Vox Dei. Desde entonces nos hemos empeñado en reconciliar a pitagóricos y pueblo llano por medio de un procedimiento mixto que a todos conforma: midiendo las opiniones. Ése es mi oficio.
El PP es el partido con más hablantes iniciales en gallego y es necesario para recuperar el idioma
Más del 60% de los votantes del PP (datos CIS: estudio 2783), exactamente el 62,3%, tienen como lengua familiar inicial en la que son preparados para la vida social, el gallego. Es el partido que más hablantes iniciales en gallego tiene. Es el partido, por tanto, que ha de dar ejemplo en el uso y defensa de nuestra lengua. Para cualquier estrategia de recuperación del gallego el PP y sus votantes son estrictamente necesarios. En la actualidad sólo una cifra que anda alrededor del 38% de la población mayor de 18 años (en el tramo de edad 18-24 años) recibe como lengua inicial el gallego, y esto es una caída de más del 30% (71,1% de gallego como lengua inicial para los de 65 años y más) con respecto a los nacidos en 1944 y antes. De 1944 (y antes) a 2009, la pérdida es del 33,3% de receptores/hablantes iniciales del gallego. Ese ritmo de pérdida es decididamente mortal. Una esperanza: según los datos CIS, con los que yo trabajo, las cifras están mejorando (en otras encuestas las cifras aparecen como estacionarias en los últimos años/decenios): hemos pasado del 36,8 que tenían como lengua inicial el gallego en el tramo de edad de a 25 a 34 años, al 38% de la cohorte siguiente ya citada. Es decir: los datos CIS son optimistas. Pero hay un problema: la muestra sólo es de 2.999 sujetos, y aunque las muestras del CIS son de calidad excepcional, no se puede asegurar que esos datos sean del todo ciertos.
Con todo esto en la mano (y con lo que aquí no se cita por razones periodísticas obvias) no es posible ser definitivamente optimista. Las movilizaciones de las agencias clásicas por el gallego (A Mesa pola Normalización; ENDL; y ahora Queremos Galego) han sido muy importantes, y responden al trabajo diario de cientos de personas activas en el tema lingüístico, asociaciones, coordinadoras de normalización, profesores, empresarios, estudiantes, cientos y miles de activistas que han mantenido en pie los mínimos de vida de nuestra lengua. Pero no es suficiente. La existencia de otras plataformas y organizaciones (O galego, Patrimonio da Humanidade; ProLingua; Hexemonía social do galego, etc.) responde a la necesidad de ampliar a todas las esquinas del país el trabajo y la responsabilidad de la lengua.
La situación del gallego no es buena y la intención de la nueva Xunta no es clara. Decir que pretende debilitar aún más nuestra lengua (¿es posible?) puede sonar a demagogia, pero está en línea con su intención de derogar los decretos que dieron algo de vida a la lengua en los últimos años y de negar su obligatoriedad para el servicio publico en general. Esto es de una radicalidad extrema para un idioma que lucha por sobrevivir. En este sentido, nos encontramos con la desagradable situación de que luchar por nuestra lengua es luchar contra la Xunta, contra Feijóo y contra el PP, y esto no es bueno para la lengua, que aparece entonces como politizada. Pero ¿qué se puede hacer? La situación ideal sería la de un PP en colaboración con el resto de fuerzas políticas y cívicas arrimando el hombro por la lengua. Pero no es así.
Y éste es el dilema y la acusación de fondo: ustedes han hecho de la lengua una cuestión política. Bien, ¿no lo es? No lo sería si hubiese un acuerdo de mínimos, pero lo que hace Feijóo no es respetar mínimos, sino anularlos. Para despolitizar la lucha por la recuperación plena del gallego, una necesidad no sólo para nuestra cultura y dignidad sino para nuestra economía, es necesario que el PP vuelva al consenso y salga de la radicalidad en que hoy está instalado, muy similar a la de voces que no son de recibo en el campo democrático: acabamos de saber que se pretende eliminar de la Constitución la defensa del plurilingüismo (Art. 3.3: La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección): es una propuesta congresual de UPyD, un partido directamente enfrentado con las lenguas de los países periféricos del Estado. ¿Vamos a volver a todo aquello sin que el trabajo de tolerancia, defensa y conservación lingüística sirva para nada? Seguimos esperando al PP en esta larga y necesaria lucha por nuestra lengua. Si viene todo será más fácil, y habrá despolitizado con ese movimiento un tema claramente transpartidario o transideológico, que es además un tema transversal a las clases sociales.
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