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Un barco lleva dos años abandonado en el puerto de Barcelona

En junio de 2007, el Isabel I, buque carguero con matrícula de Albania, atracó en el puerto de Barcelona. Ahí sigue. Hasta haber sido declarado oficialmente "abandonado", lo que ocurrió hace unos días, no se podía hacer nada con él. Ahora será subastado y con lo que se recaude se abonarán los salarios del oficial Gentian Gjyzari, de 39 años, su único ocupante. "Al principio, la empresa me envió algún dinero, luego nada", explica. Vive en el barco de lo que percibe de la organización humanitaria Stella Maris, que tiene un convenio con la Autoridad Portuaria para casos como éste. En realidad, es el primero que se beneficia de este acuerdo. "Solventamos el problema humano y, al mismo tiempo, se ocupa de que la nave no se deteriore del todo", explica un portavoz portuario. El Isabel I era un carguero especializado en hidrocarburos líquidos. Llegó a Barcelona desde Grecia, dice Gjyzari, oficial diplomado por la Escuela Naval de su país. Estudió para marino, pero nunca se había embarcado. El viaje a Barcelona era el primero que hacía. "Y el último", sostiene. No desea más aventuras de este tipo. "En cuanto el barco se subaste y pueda cobrar lo que se me debe, volveré a mi país y buscaré otro trabajo", afirma.

Gjyzari duerme y cocina y come en la nave en la más absoluta de las soledades, aunque durante estos dos años no siempre ha sido así. La mayor parte de los 10 miembros que formaban la tripulación volvió a Albania a las primeras de cambio. Él y un mecánico "ya mayor", explica, se quedaron. Su compañero dejó Barcelona hace 15 días.

El buque fue construido en Holanda en 1972 y cuando llegó al puerto barcelonés no vivía una época de esplendor. El capitán marino, dependiente del Ministerio de Fomento, le denegó el permiso de salida hasta que se le hicieran algunas mejoras. Entonces, la propiedad decidió que no le interesaba nada el asunto. "Pasa con frecuencia", explica Gjyzari, que ha tenido tiempo de aprender el idioma y se maneja en un castellano fluido. "Hay barcos abandonados en casi todos los puertos. Las empresas los dejan y no pagan a los marineros. O cierran". Éste es el caso del Isabel I: la propiedad ha desaparecido. Una vez declarado abandonado, pasa a ser propiedad del Ministerio de Fomento, que ha encargado al puerto la gestión de la subasta. "Aún tardará", dice resignado Gjyzari, pero sonríe: el final de esta aventura está más cerca.

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