_
_
_
_
_
HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | Baloncesto
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los peligrosos 'amigos' de Marc

No conozco a Marc Gasol, pero eso no me impedirá sentir pena por él este año. Hay razones obvias para mi pesar.

Es un jugador realmente bueno (esta temporada su promedio es de 18 puntos y 13 rebotes por partido) en un equipo malo (en el momento de escribir estas líneas los Grizzlies van 1-4 y parece que la tendencia es ir a menos). Y vive en una ciudad que tiene que mantener a su equipo de relaciones públicas trabajando 24 horas al día para inventar formas de engañar a la gente y conseguir que crea que Memphis es una ciudad sureña encantadora y refinada y no un lugar al que la mayoría preferiría ver en su retrovisor.

Pero nada de lo anterior es la verdadera causa de mis suspiros siempre que veo en la televisión al Gasol que viste de azul y gris. Me lamento por los seres con los que tiene que tratar todas las mañanas cuando acude a trabajar.

Cuando tiene un buen día, a Zach Randolph, el otro hombre alto del equipo, se le puede calificar de conflictivo. Cualquier otro día, no sería ningún disparate definirle como "la aportación más cancerígena que le puedes hacer a tu equipo de baloncesto, tanto si es un equipo de la NBA como uno del barrio".

Los problemas persiguen a OJ Mayo, el tirador titular de los Grizzlies, vaya donde vaya. Su fichaje por la Universidad de California del Sur le costó su puesto al entrenador, Tim Floyd, y a los compañeros de Mayo a menudo se les tacha de "presidiarios" y de "delincuentes".

En el banquillo tenemos a Marcus Williams, al que expulsaron de su equipo de la universidad por vender portátiles robados y cuya posición en el draft de 2006 podría haber ido acompañada de la siguiente cláusula de descargo de responsabilidad: "Jugador que puede entrar en combustión de forma espontánea, tanto en sentido literal como figurado, en cualquier momento".

El hecho de enterarse de que el pívot suplente Steven Hunter ha jugado en cinco equipos en ocho temporadas de la NBA es algo parecido a descubrir que tu actual novia vivió una vez en el barrio de las prostitutas.

Y luego está Allen Iverson, otra vez en las noticias por manifestar su descontento con el papel que sus jefes le han asignado. He escrito antes que admiro las tendencias contestatarias de Iverson, pero eso no significa que le quiera en mi equipo -en especial en este equipo- si el objetivo es ganar partidos.

Enhorabuena a los Grizzlies de Memphis por contar con tamaña lista de inadaptados. A fin de cuentas, es cierto que en el baloncesto, en cada partido, debe perder un equipo. Este año, ese equipo será a menudo los Grizzlies.

Por desgracia, Marc Gasol perderá también y no sólo porque probablemente seguirá jugando bien sin conseguir ningún reconocimiento por ello, sino porque es posible que se vea obligado a dilapidar en terapia psicológica todo lo que gane durante su carrera en la NBA. Ése es el coste de pasar un año junto al elenco de personajes que componen los Grizzlies de Memphis 2009-2010.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_