2.183

El inicio del debate parlamentario a la totalidad sobre los presupuestos de la Junta para el próximo ejercicio; el esperado encuentro, si es que se produce, entre Braulio Medel con Santiago Gómez Sierra para desencallar el proyecto de Unicajasur, o las consecuencias del importante acuerdo suscrito entre la norteamericana General Dinamics con Santa Bárbara para garantizar la continuidad de su factoría en Granada, son algunos de los acontecimientos más destacados de esta semana que, sin embargo, no tendrán el debido reflejo en el diario La Opinión de Granada. Su trayectoria llegó hasta el número 2.183, correspondiente al pasado viernes, poniéndose fin así a seis años de presencia diaria entre los lectores granadinos.

Salvo los pronunciamientos de rigor en contra de este cierre decretado por su empresa editora, Prensa Ibérica, procedentes de las distintas organizaciones profesionales, lo cierto es que tras el estruendo viene la calma.

Apenas unas cuantas voces más se han alzado contra lo que significa una notable pérdida para el sistema informativo andaluz, en general y, en particular, para los 45 empleados que se ven, de esta forma tan abrupta, abocados al drama del paro como ocurre con más de 800.000 andaluces.

Frustración

Un revés, en fin, que se teme no sea el último si se tiene en cuenta la adversa situación por la que atraviesa el sector, en franca regresión y no sólo ya por la actual coyuntura económica que padecemos. Tal vez haya alguien por ahí que celebre este fiasco, pero lo cierto es que estamos ante una enorme frustración para todos por la clausura de un diario que contribuía, desde su respectiva posición editorial, a enriquecer el debate en la sociedad en la que se insertaba.

A partir ahora, los granadinos contarán con un punto de vista menos en lo que la Federación de Asociaciones de la Prensa de Andalucía ha denunciado como "el cierre de una ventana que ha estado abierta al derecho y a la libertad de información". Otro golpe, en fin, al pluralismo informativo en el momento en que se observa a unos cada vez más potentes medios de comunicación públicos en manos de unos alcaldes crecidos como están cada día pidiendo más autonomía y extremadamente celosos de su imagen, dispuestos a arrimar lo que haga falta, eso sí, en detrimento de los medios privados no sujetos a su arbitrio. Sería bueno que, al menos, en la Cámara nuestros parlamentarios tengan en cuenta esta circunstancia y reparen en el retroceso que hemos vivido en el modelo informativo andaluz.