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Columna
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Don Tancredo se mueve

Desde que Francisco Camps llegó a la presidencia de la Generalitat allá por junio del 2003 no se le conocía a él, ni a su gobierno, ninguna política financiera -en realidad, cuesta reconocerle alguna política distinta de la que emana de la doctrina de la iglesia católica y del Opus Dei- Tampoco es que le hiciera mucha falta. En la Comunidad Valenciana algunos ataban los perros con longanizas y, muy singularmente, nuestras dos cajas, ahora tan mortecinas.

En aquel paraíso, el ladrillo era el maná que proveía de sustento a una sociedad que acabó por creerse que cajas y promotores velaban por ella, como el dios aquél que cuidaba de los lirios del valle. El despertar resultó muy amargo para los que se creían dioses y para los que nunca pasaron de lirios. Y vinieron los duelos, los quebrantos y las prisas por arreglar las cuestiones pendientes.

Entre las muchas cosas que siempre quedaban para el día siguiente estaba la fusión de Bancaja y la CAM. Si ni Joan Lerma ni Eduardo Zaplana lo habían logrado, a qué molestarse cuando todos (políticos y empresarios) vivían tan bien. Es verdad que en otros lugares: País Vasco, Cataluña, Andalucía..., llevaban tiempo trabajando en las fusiones intraregionales de sus respectivas entidades financieras para hacer frente a una crisis que amenazaba con llevárselas a todas por delante. Pero en la Arcadia valenciana esa labor se había desarrollado tan bien, con tanta antelación que a qué preocuparse.

Tan bien se vivía que el vicepresidente económico desempeñaba (y desempeña) su cargo como si fuera un empleado fijo discontinuo. Unos días va a su despacho y otros no. Ocasiones hay, y no una ni dos, en que no acude a los plenos del Consell. En ocasiones está a favor de la fusión de las cajas y otras no, según esté en Valencia o en Alicante.

De un tiempo a esta parte, parece estar a favor, incluso cuando está en Alicante. Hasta el presidente Camps está a favor. Don Tancredo se ha movido de su pedestal, aunque la portavoz de su gobierno no acabe de aclararse muy bien hacia dónde. Y esta es la pregunta del millón: ¿Por qué se mueve Don Tancredo? No parece que sea para tapar sus vergüenzas en el caso Gürtel. Nadie mata moscas a cañonazos. ¿Será porque le han empujado? ¿Y quiénes? No, por descontado, desde Alicante, donde el temporal que se ha levantado es para que siga tan quieto como hasta el momento y no monte ningún estropicio.

¿Entonces? Al presidente le empuja la realidad que ésa sí que no tiene remedio. Camps ha tomado una decisión política (no hay una sola razón técnica que le avale) porque las dos cajas están lastradas por los activos tóxicos del sector inmobiliario y expuesto a que una revitalizada Caja Madrid, con Rodrigo Rato al frente, se haga con una de ellas, dejando a la otra en una situación de mayor debilidad. Esta es la paradoja: Juntas suman riesgos, separadas pesan menos. En este dilema, Camps se ha visto forzado a intervenir, no fuera cosa que pasara a la historia como el hombre que dejó caer el sistema financiero valenciano. Y el tiempo, que corre en contra de los indecisos y los pusilánimes, le obliga a no dejar perder las ayudas del Banco de España ahora que están ahí y que Bruselas aún no ha decretado la veda.

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Esta es una parte de la realidad. La otra es que nada de ello se puede hacer sin el concurso de los socialistas. El próximo día 12 sabremos si de verdad Camps quiere la fusión o está en otra cosa.

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