Horror vacui
Alguien tenía que decirlo. Esta crisis económica, la peor que hemos vivido en 35 años, sería mucho más llevadera si no tuviéramos que escuchar todos los días a esa caterva de comentaristas, políticos y periodistas, sin estudios conocidos, verter opiniones sobre ella con un desparpajo tan insultante que dan ganas de arrebatarle la competencia al Gobierno de turno y entregársela a ellos para que las pongan en práctica.
Y no es que no me parezca lógico que así ocurra. Vista la incapacidad que muestra el Gobierno de España para explicar lo que hace y el porqué lo hace, y puesto que la naturaleza humana tiene horror al vacío (dijera lo que dijera Pascal), los ciudadanos se ven en la necesidad de ocupar su cerebro con alguna explicación que dé un poco de sentido a la dramática situación en la que se encuentran y de la que desconocen casi todo. ¿Por qué no hacer caso a quienes les ofrecen respuestas tan simples como definitivas; y además, gratis total?
No es que su vida cambie a causa de ello, pero al menos les sirve para reducir un poco su nivel de estrés cotidiano. Porque ahora saben, por ejemplo, que para salir de la crisis, el Estado debe comportarse como un "buen padre de familia". O que abaratando el despido, las empresas contratarán a más trabajadores, y, por tanto, se reducirá el paro. O que hay que bajar los impuestos para activar la demanda. O que el verdadero problema está en la educación. O que lo que hay que hacer es gastar más en Investigación y Desarrollo porque "eso es muy importante". O, en fin, que esta crisis durará más que en el resto de los países, porque ellos (los comentaristas) lo saben de buena tinta, y además, es lo que dicen todos los organismos internacionales.
Pues bien, en mi incansable, e inútil, tarea como divulgador de los principios más elementales de la Ciencia Económica, afirmo: 1. Que, en épocas de crisis, el Estado debe comportarse de manera totalmente opuesta a como lo haría un buen padre de familia; o sea, gastándose hasta lo que no tiene. 2. Que las reducciones de impuestos no se traducen nunca en más demanda mientras dura la recesión, sino en más ahorro, y, por tanto, no sirven para salir de aquélla. 3. Que la educación siempre es un problema (no solo en las crisis) pero que lo que de verdad garantiza un mayor y mejor empleo es producir más bienes y servicios, y, además, con un mayor valor añadido. 4. Que un mercado de trabajo más "flexible" no implica en modo alguno que el desempleo real sea menor mientras la demanda global siga cayendo; en plena recesión, el problema para las empresas no es que es los trabajadores son demasiados costosos, sino que sus productos no se venden. 5. Que la inversión en I+D es decisiva para impulsar un nuevo modelo de crecimiento, pero que es totalmente irrelevante para remontar una coyuntura adversa.
Y por último, no se crean ninguna de las previsiones. Las haga quien las haga. Están casi tan desprestigiadas como los informativos de Canal 9. Continuará...
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