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Reportaje:Empresas & sectores

ING, aterrizaje forzoso

La crisis acaba con el matrimonio entre banca y seguros en Holanda

Isabel Ferrer

Hay quien interpreta la quiebra de Lehman, la compañía estadounidense de servicios financieros, como un triunfo de la economía de mercado. Estaba mal gestionada, arriesgó demasiado y cayó en septiembre de 2008. Pero si el capitalismo, por decirlo llanamente, supo regularse por sí solo, quedó sin resolver un problema de peso. Y la frase no es sólo un juego de palabras.

Visto el tamaño de firmas similares, tan imponentes e interconectadas, su hipotética caída amenazaría con arrastrar al resto de la economía. "Demasiado grandes para dejarlas caer", según la expresión que se ha hecho popular en el sector, las entidades en peligro acaban siendo rescatadas a toda prisa con abultados cheques estatales. El recibido por el grupo holandés ING, que ha anunciado la venta de todas las operaciones de seguros para concentrarse en el negocio de la banca y en Europa, sumaba 10.000 millones de euros. Teniendo en cuenta la solera de la casa, creada en 1991 con la fusión de la aseguradora Nationale Nederlanden, y el banco NMB Postbank, la exigencia a una separación de sus dos negocios ha sido inevitable.

El 'dos en uno', unir banco y seguros, tuvo gran éxito hace dos décadas
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ING devolverá la próxima semana la mitad de la ayudas públicas

Por un lado, ese modelo dos en uno -banco y seguros-, tan exitoso hace dos décadas, no ha sobrevivido a la actual crisis. Incluso su expansión a través de Internet en Estados Unidos (ING Direct USA), una fórmula muy popular, se ha resentido. Tendrá que venderla junto con otros activos fuera de la Unión Europea. De otro, porque el crecimiento de ING llevaba camino de superar al del propio Estado, ya que su balance casi duplicaba el Producto Nacional Bruto holandés. Como reflexión, o tal vez a modo de alerta, vale la pena recordar que cuando las cosas se tuercen, es el dinero público el que corre con los gastos. Así que, una vez hecha la llamada a la reestructuración, nada mejor que una instancia superior para hacerse cargo de ello. En este caso, además, el regulador tiene nombre y apellidos: Neelie Kroes, comisaria europea de Competencia.

Partidaria de "restringir" el negocio bancario, una de sus frases lapidarias resume el enfoque comunitario al respecto. "No importa lo grande que sea un banco [para no caer]. Siempre puede ser reestructurado", ha dicho. Un lema que más parece ya un manual de uso financiero. Al expresarse así, la antigua ministra de Transporte holandesa se refería a la estrecha vigilancia que ejerce la Comisión Europea sobre las entidades financieras necesitadas de ayudas públicas. También a la profunda reorganización que les exigirá. ING lo sabe bien, y por eso su cambio servirá para devolverle en diciembre al Estado holandés 5.000 millones de euros, la mitad de la ayuda recibida. Aunque, ¡cuidado! Si la ejecución de las normas de la UE provoca el desplome de las acciones de las instituciones financieras salvadas, como ha sucedido esta semana, Kroes no debería ser la única señalada con el dedo. Ha podido haber una reacción excesiva del mercado. No hay que olvidar que ING ya había advertido con anterioridad que se escindiría en dos bancos más pequeños, a lo largo de los próximos cuatro años.

El otro ejemplo del desgaste de ese modelo dual de banco y aseguradora es Fortis. El grupo hubiera quebrado sin los 11.200 millones de euros inyectados en 2008 por los tres Gobiernos del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). En su caso, la excesiva confianza en sus propias fuerzas, y algo de arrogancia quizá, han dañado su reputación. En un año, pasó de unirse a Royal Bank of Scotland y al Santander para hacerse con una porción de ABN Amro -la mayor firma financiera holandesa- a ser rescatado por los tres gobiernos. Su división de seguros "estaba a salvo", se apresuró a confirmar en plena agitación el consejero delegado, Filip Dierckx. El batacazo, en cualquier caso, fue estruendoso. ¿Qué ocurrirá a partir de ahora?

ING ha hecho votos por volver a sus orígenes como "un banco europeo tradicional con opciones en otras partes del mundo", en palabras de su consejero delegado, Jan Hommen. También evitará las inversiones arriesgadas y las "acciones tóxicas". En general, las operaciones que no primen el espacio europeo. Ahí espera fructificar. No dejará de invertir, claro, porque así es el negocio bancario.

El horizonte de Fortis es distinto. Lo esencial ahora es aprender la lección que supone la pérdida de confianza de sus clientes en sus planes para sortear la crisis. Y recordar que si el pez, aunque no sea tan chico, muerde al grande, se le puede atragantar.

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