Internet, un proyecto militar fracasado
La conexión que supuso el inicio de la Red se logró, hoy hace 40 años, entre dos instituciones académicas de Estados Unidos
En la segunda mitad de la década de 1960, las grandes empresas constructoras de informática empezaron a desarrollar los primeros sistemas de comunicación entre ordenadores. En aquellos días, lejos de la omnipresencia actual de la tecnología microinformática, tan sólo existían lo que hoy llamaríamos sistemas propietarios, cada empresa diseñaba sus procesadores y su software, y por tanto, su sistema o arquitectura de comunicaciones.
Posiblemente influidos por la estructura centralizada de sus clientes más importantes (bancos, empresas de seguros, grandes corporaciones, etcétera), las empresas constructoras de ordenadores para la gran informática diseñaron sistemas de comunicaciones con topología en estrella, sumamente centralizados.
Un ordenador principal gestionaba y supervisaba la incipiente red que permitía interconectar diversos ordenadores satélites del ordenador principal, terminales más o menos potentes, o simples terminales de pantalla o impresión. También era posible la conexión directa entre los ordenadores satélites, aunque siempre bajo la supervisión del gestor único de la red, residente siempre en el ordenador principal.
Cada empresa tenía su sistema: SNA (System Network Architecture) en el caso de IBM, DSA (Distributed System Architecture) en el caso de Honeywell o el equivalente de Univac. Y todos estos sistemas eran incompatibles entre sí, lo que hacía casi del todo imposible (o terriblemente complicada) la interconexión de ordenadores de diversos fabricantes.
Sistemas vulnerables
Pero había otro camino alternativo, el de la futura Internet, que, a pesar de ser poco considerado durante los años setenta y ochenta por los profesionales de la gran informática, ha sido el que ha predominado. La orientación centralizada de las comunicaciones informáticas que habían previsto los fabricantes de ordenadores no resultaba en absoluto útil para los militares. Una topología en estrella resulta sumamente vulnerable: si se destruye el ordenador principal de la red, el que tiene todo el control de la red, todo el sistema de comunicaciones se hunde.
Por ello, en ARPA (Advanced Research Projects Agency), la agencia de proyectos adelantados de investigación norteamericana, se propuso diseñar un sistema para interconectar ordenadores en red de manera que ninguno de esos ordenadores o nodos fuera decisivo ni imprescindible para el funcionamiento de la red. De ahí nació la primera red de investigación concebida con esta filosofía, Arpanet (la red, net, de ARPA), de la cual deriva la actual Internet.
Parece que la idea fue de J. C. L. Licklider, director de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de la Defensa (DARPA) desde octubre de 1962, pero fue Robert Taylor quien la puso en práctica después de contratar a Larry Roberts, del MIT. La primera red Arpanet se estableció entre los ordenadores de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), y del Stanford Research Institute, el 29 de octubre de 1969.
La nueva red incorporaba una tecnología innovadora de conmutación de paquetes, desarrollada a instancias de la DARPA, en contraposición a la conmutación de circuitos habitual en la telefonía. Después, hacia 1983, la conjunción de diversas redes informáticas con la misma tecnología (Arpanet de ARPA, Milnet de los militares y CSNET de la investigación informática) acabó creando la llamada red de redes o Internet.
La gestión de la nueva Internet por parte de la National Science Foundation (Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos) hizo que algunos emprendedores pidieran convertirse en proveedores de servicios en Internet (ISP: Internet Service Providers) y el uso de la red Internet, inicialmente un proyecto militar reservado, llegó al gran público.
Hoy Internet es, como sabemos, una red sumamente abierta, sin control posible, ya que ningún nodo la domina y controla. Hay que decir que, como proyecto militar que fue en sus orígenes, la red podía ser abierta y sin control, ya que sus usuarios, los militares, sí estaban controlados y sometidos a la disciplina militar. Eso impedía el descontrol de la incipiente Internet: la red era abierta y libre, pero no sus usuarios. Por eso Internet es hoy imprevisible: se trata de una red no regulada en manos de personas escasamente reguladas por leyes siempre retrasadas con respecto a la tecnología.
Por este motivo, siempre hay nuevas posibilidades en Internet, incluso la de la organización espontánea de la creatividad de todos. Se podría decir que Internet es, en cierta medida, un gran proyecto militar fracasado.
Miquel Barceló es profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña
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