La imposible responsabilidad
Esta misma semana el Cercle d'Economía de Barcelona daba a conocer un documento titulado "Horitzó 2012. Canvi económic i responsabilitat política". Negro sobre blanco, los empresarios catalanes emplazaban al gobierno y a la oposición a "adoptar de manera inmediata y decidida las medidas necesarias para afrontar el grave problema de la desocupación y para diseñar una alternativa creíble que dé salida y permita reconducir nuestros crecientes desequilibrios macroeconómicos en términos de déficit y deuda". El documento, una llamada de urgencia a la responsabilidad de los partidos políticos ante la grave situación económica por la que atraviesa España, concluye: "El interés general reclamaría un amplio acuerdo social y un pacto político entre los principales partidos: Pero si ambos no fueran posibles, el actual Gobierno tiene la obligación de asumir sus responsabilidades sin ninguna dilación, para evitar el deterioro de la situación económica y de la ocupación".
Un documento así es impensable en la Comunidad Valenciana. La obsecuencia de las diferentes organizaciones empresariales con el partido en el poder en la Generalitat es de tal magnitud que ninguna de ellas sería capaz de emplazar al Consell para que cumpla con sus responsabilidades. A lo más que llegan nuestros empresarios es a una discreta discrepancia bajo la capa del anonimato en la época más dramática, económica, social y política, que ha conocido la Comunidad Valenciana desde la recuperación de la autonomía.
Nunca como hasta ahora se ha echado tanto en falta un liderazgo político y económico y nunca se ha percibido tanta orfandad y mediocridad como en los tiempos actuales. El caso Gürtel ha sido una epidemia de peste que ha afectado a toda una generación política del PP. El más tocado por este jinete del apocalipsis es, sin duda, el presidente de la Generalitat. Francisco Camps protagonizó el pasado jueves en las Cortes Valencianas uno de los episodios más lamentables que se conocen en la historia parlamentaria. Ha reescrito la historia de tal manera que se ha instalado en un mundo de fantasía en el que él y los pocos que aún creen en él son los justos, mientras que el resto del mundo habita en el pecado y la mentira. Resulta patético verle exigir disculpas a los demás, cuando ni tan siquiera se ha molestado en explicar cómo su partido y él mismo forman parte de ese lodazal que es Gürtel.
En los momentos más necesarios, los valencianos no tenemos gobierno. El vacío de poder es tan inmenso y tan obvio que los barones provinciales del PP han tenido que saltar a la palestra para emplazar a Camps a que tome medidas urgentes, incluida una amplia remodelación del Consell. Ningún presidente ha sido desafiado de manera tan directa.
No hay gobierno y las propuestas de la oposición no se visualizan. Su líder tampoco acaba de cuajar. Sin embargo, algunas de sus iniciativas deberían merecer algo de interés y respeto por quienes se han autoconstituido en caballeros custodios del santo sepulcro del lermismo. La exigencia de regeneración democrática en el actual régimen autoritario en descomposición que ha impuesto el PP es revolucionaria. Y no lo es menos su voluntad de no aceptar ni un solo euro para el PSPV si su procedencia no es legal y transparente. Esa apuesta, por arriesgada e incluso ingenua, debería merecer el apoyo de todos los demócratas. Pero los relativistas, amén de calificarla de estupidez, no han dudado en sacar del osario socialista a su antecesor para arrearle estopa a Jorge Alarte. En eso, se alinean con Camps. Debe ser que los tiempos están cambiando. Y no para bien.
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