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Reportaje:

Cómo contar una buena historia en sólo 15 minutos

Decenas de directores de cortometrajes se reúnen para impulsar el sector

Imagine que tiene una idea. Que el país del papel, Paperland, es invadido por un ejército de ratones de ordenador. Que varios batallones de lápices y rotuladores deciden hacerles frente, y que se inicia así una guerra entre el pasado y el futuro. Eso es lo que imaginó David Alejandro Gen, director de cortometrajes de 36 años, madrileño de adopción. Y decidió convertirlo en una película de animación de menos de 15 minutos llamada Revolt of the mouses (La sublevación de los ratones). Lo que hubo entre la idea y la película fueron dos años de trabajo en equipo y de búsqueda de subvenciones. Una vez terminado el corto, como el músico que sale de gira con su nuevo disco, llegó la hora de difundirlo en un sinfín de festivales para darlo a conocer.

"Es un formato con futuro pero con pocas ventanas", opina una experta

Este periplo es el que suelen pasar los que se dedican al mundo del cortometraje, que asumen, la mayoría de ellos, que todavía "no da para comer". Varias decenas de directores, técnicos y actores del sector se reunieron ayer por la mañana en la plaza Mayor para reivindicar su trabajo e intercambiar ideas. "Ojalá que de aquí salgan varios proyectos en marcha", comentaba el organizador del encuentro, Miguel Ángel Escudero, cineasta y director técnico de la Agencia del Cortometraje Español. La ocasión era propicia. Al escucharle hablar de lápices que luchaban contra ratones digitales, Salvador Rubio, madrileño de 31 años, se acercó a David Alejandro Gen para contarle que él era guionista de animación. De momento lo único que tiene son algunos premios por el último guión que ha escrito. Y ganas. Se intercambiaron las tarjetas.

"El cortometraje es un formato con mucho futuro", opinaba Pilar García Elegido, ganadora de un Goya en 1997 y actual asesora de cine de la Comunidad de Madrid. "Lamentablemente tiene pocas ventanas", añadía. La difusión de los trabajos es el principal escollo con el que se encuentran los cortometrajistas, según coinciden varios de ellos. Madrid puede tener una producción anual de unos 120 cortos en formato de cine y un número incalculable en vídeo, explicaba García Elegido. Su vida se limitará, en la mayoría de los casos, a Internet y a los festivales. Salvo excepciones, como la de Cíclope, un trabajo de ciencia-ficción en 3-D, producido con una subvención de la Comunidad de Madrid, que se estrenará junto con la nueva película de Bruce Willis. La Consejería de Cultura convoca unas ayudas, dotadas con 400.000 euros anuales, que alcanzan a unos 45 proyectos. "Aunque el apoyo institucional nunca va a ser suficiente, se está haciendo un esfuerzo por parte de las comunidades autónomas", opinaba García Elegido.

La realización de un cortometraje en formato cine puede alcanzar los 30.000 euros. Y, aunque las nuevas tecnologías están abaratando los costes, no es fácil recuperar lo invertido, ya que la única fuente de ingresos es, muchas veces, el dinero de los premios en metálico. "Yo nunca he tenido suerte con las subvenciones en Madrid", explicaba Gen, para cuyo corto de animación obtuvo una ayuda de la Xunta de Galicia. "Siempre he recibido ayudas de la Comunidad", apuntaba, sin embargo, Pedro Touceda, de 50 años, director de tres cortometrajes y de un festival. "Las ayudas cada vez más están en sintonía con la calidad", añadía. "Eso ha convertido a Madrid en una de las grandes potencias en el sector, me atrevería a decir que incluso a nivel internacional".

Los novatos, aun con todo, se acercan al género con cautela. Es el caso de Isabel Navasqués, de 31 años y ayudante de dirección, a la que hace un tiempo le picó el gusanillo de poder contar sus propias historias. "Estaba trabajando en una película con Óscar Jaenada y le pedí que participase en un corto que tenía escrito. Él aceptó", relataba la mujer, que llegó tarde a la foto de familia. "Cuando empecé hice tres cortos muy seguidos sin tener pasta. Luego lo dejé, porque no puedes estar pidiendo siempre favores, y también porque echas de menos la calidad para poder competir con otros trabajos", reflexionaba. El año que viene, planea probar suerte en el universo de las subvenciones.

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"Lo que hacen falta son buenas ideas", terciaba un optimista Ángel Loza, ganador del Goya al mejor cortometraje documental en la última edición de los premios, con su película Héroes, no hacen falta alas para volar. "Creo que cuando haces las cosas con el alma y el corazón todo sale. Hay que pensar en algo que transmitir al público".

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