Tio Palò, el mayor ciclón de la rumba catalana
No era difícil verle en Barcelona paseando por Gràcia, tan chupado como elegante y siempre con un cigarrillo en la mano. No soltaba el pitillo ni para cantar. Ni en el ascensor, cuando visitaba a una de sus dos hijas en la calle de Astúries. Fritos tenía a los vecinos con el dichoso olor a tabaco. Era el Tio Palò. El del traje, el pelo engominado bajo el sombrero y ese catalán que suena tan bonito cuando tiene acento caló. Murió mientras dormía la noche del miércoles al jueves 8 de octubre. Un infarto.
Tenía 73 años, una cifra minúscula al lado de la de juergas que se había corrido. "No me tengo por un fenómeno. Soy un gitano normal pero, cuando hay una juerga, me parto el alma". Lo había dicho muchas veces. Pero vaya si era un fenómeno. Cuando se casó una de sus hijas estuvo 14 horas cantando y bailando. Tremendo. Un ciclón. Moviendo hasta el último músculo, y con esa cara de pillo.
Los jóvenes le llamaban "el James Brown" de su estilo flamenco
Había que verlo. Los jóvenes rumberos le llamaban "el James Brown de la rumba catalana".
Ramon Valentí había nacido en la calle de la Cera, pero se casó con una gitana de Gràcia y se trasladó al Raspall, la plaza que pisaron otros grandes como Gato Pérez o El Pescaílla. "Ha sido un elemento aglutinador para los gitanos, fueran de Gràcia, del Raval, Mataró, Tarragona o Lleida. El onclo Palò era mucho Palò", decía el pasado viernes con un hilo de voz Sicus Carbonell, de Sabor de Gràcia. De Sicus fue la idea, hace cinco años, de juntar a veteranos rumberos, sacar un disco y llevárselos de gira por toda Europa. Los Patriarcas de la Rumba: Tio Palò -tenía pánico a volar- y los tios Rafaelet, Joanet, Pepe y Toni.
La mayoría no han sido rumberos profesionales y, si lo fueron, como Tio Toni, palmero de Peret, ya estaban retirados. Pero ¿y qué que no fueran profesionales? El mismo Palò se había dedicado a la chatarra y a la venta ambulante. Pero la rumba, esa alegría que se baila, no entiende de oficios. Los discos, grabaciones y bolos lo atestiguan. "Patriarcas les ha dado vida. Han subido a escenarios y han dado palmas, coros y ventilador por media Europa. Han dejado algo para quienes les han disfrutado y para sus familias", se emocionaba Sicus antes del entierro, en Can Tunis.
La herida es grande en la nunca suficientemente reconocida rumba catalana. Hasta que cicatrice, el cuerpo no estará para bailar. Cuando vuelvan las ganas, le darán un homenaje de los grandes. Al Tio Palò, el rumbero mejó. Seguro.
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