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Columna
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¿Espectáculo o sólo fútbol?

Andoni Zubizarreta

Hace ya mucho tiempo que hemos aceptado que el fútbol de nuestra Liga es una mezcla de deporte y espectáculo. Podremos discutir hasta dónde prima cada una de las partes y quién antecede a quién: ¿deporte-espectáculo o espectáculo-deporte? Ya digo que así es nuestra Liga y para no tener que discutir con todos le doy un 50% a cada una de las partes. Está claro que la base es un deporte abierto, susceptible a las sorpresas, abierto a todo tipo de perfiles físicos, no en balde en el fútbol han sido elegidos como mejores jugadores desde un Flaco hasta un Pelusa; un deporte rico en lo táctico y en lo técnico, pero abierto a la inspiración individual, a la capacidad colectiva para cambiar el rumbo de un encuentro. Pero también es cierto que el fútbol ha crecido de la mano de las retransmisiones deportivas, del marketing y de crear 90 minutos de juego atractivo, dinámico, divertido, en la medida en la que podemos esperar que la afición de los equipos acude a divertirse en la grada de un campo de fútbol o a purgar las angustias de la semana para volcarlas en 90 minutos de emociones. Seguramente hay tantos motivos como espectadores o... casi.

En el Bosnia-España habrá deporte y más, mucho más. Croacia empezó a ser visible al jugar el Mundial de 1998

Pero un día llegamos a un país lejano en lo geográfico y en lo deportivo como Armenia, nos instalamos en la grada para disfrutar de un partido tranquilo con la clasificación ya conseguida, dispuestos a disfrutar del espectáculo que en cada partido los chicos de la selección ponen a nuestra disposición, unas veces en grandes dosis, otras en acciones más aisladas, pero siempre con alguna postal para el recuerdo, y el rival nos responde con algo que no tiene que ver con todo lo que estamos acostumbrados, sino con el orgullo de quien sabiéndose inferior tiene que hacer del partido una cuestión personal. Y la grada les responde poniendo de su lado el aliento de los que saben que necesitan de todo para estar dentro del partido, para competir con una de las mejores selecciones del momento. Y no les piden acciones brillantes ni grandes gestos técnicos. Les acompañan en cada despeje defensivo, en cada acción a balón parado aunque ésta se bote desde el centro del campo. Cada vez que el balón supera la línea del centro del campo para adentrarse en el terreno del equipo español, la grada ruge y no importa si la pelota está conducida por un jugador armenio en situación de crear peligro (las menos de las veces) o si vuela a 15 metros de altura dirigiéndose a la cabeza del delantero centro, un náufrago en medio de la defensa, que sabe que su papel es ingrato y decisivo a partes iguales.

Y allí estaban, grada y jugadores, en busca de la gloria de un empate ante la poderosa España con el attrezzo de una tremenda tormenta con lluvia y truenos impresionantes, como si hasta los dioses quisieran tomar partido por el equipo armenio. Y siguieron juntos cuando el árbitro señaló el final con resultado favorable a España y todos los jugadores juntos se fueron a celebrar la hazaña con la grada, que les ovacionó como se premia a los que han dado todo y de los que nos sentimos orgullosos hasta cuando pierden, otra hermosa lección para nuestro deporte-espectáculo, ese orgullo de pertenencia en la derrota, ese sentirse juntos aun cuando el resultado haya sido desfavorable. Debe de ser que me recordaba a esos seguidores del Athletic que están dispuestos a darle todo a su equipo en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, aunque todo ello suene a otro tipo de ceremonia.

Y, si todo fue tan intenso en Yerevan, imaginen lo que puede ser en Bosnia-Herzegovina en un partido que puede llevar al equipo local a una repesca mundialista con la que, parecía, nunca podía soñar. Dicen que Croacia empezó a ser visible en el campo de la política internacional cuando consiguió estar en Francia 1998. Por tanto, mañana, en Zénica, habrá deporte, espectáculo y más, mucho más, o, simplemente, habrá fútbol, sólo fútbol.

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