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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Brillo sin luz

Javier Vallejo

Si les gustan la mirada fotográfica, el cuerpo humano desnudo, la luz de escena bien puesta y la creación de atmósferas, encontrarán algo que mirar en este Hey Girl!, con el que Romeo Castellucci (Cesena, Italia, 1960) debuta al fin en Madrid. Si prefieren que les cuenten una historia, olvídense: aquí no la hay. Habría que entrar a este espectáculo hermoso, curioso y tedioso con la actitud con que se visita una galería de arte, pero sabiendo que en el teatro no podremos pasar de un cuadro al siguiente a nuestro ritmo, sino al que el director marque. Y aunque no es fácil acompasarse al de Castellucci, en Hey Girl! hay momentos para la sintonía. El primer cuadro, por ejemplo, es de enorme potencia visual: en una mesa vagamente parecida a la de Anatomía del corazón, de un amasijo blanquecino que se derrite como la miel en verano van surgiendo lentamente las formas desnudas de una hermosa joven, tendida de espaldas al público. Cuando la mayor parte de la carcasa viscosa que la protege ha resbalado por los cuatro costados del lecho, la chica crisálida se yergue y camina como potrillo recién nacido.

HEY GIRL!

Idea y dirección: Romeo Castellucci. Intérpretes: Silvia Costa y Victorine Mputu Liwoza. Música original: Scout Gibbons Iluminación y dirección técnica: Giacomo Gorini. Madrid. Teatro María Guerrero. Hasta el 11 de octubre.

No conmueve. Más que bello, es brillante: un producto de fotogenia

Para ser un espectáculo esencialmente plástico, cuyos intérpretes encarnan símbolos o signos antes que personajes, hay mucha teatralidad en este comienzo y en algunas cosas que suceden después: en la mágica aparición de la espada artúrica, que la chica, investida en moderna Juana de Arco, levanta a dos manos con esfuerzo auténtico; en la aparición de una mujer negra con una máscara que reproduce su cara a gran tamaño; en el tránsito de ambas por estados de ánimo extremos...

Aunque Castellucci sea capaz de materializar escénicamente cualquier ensueño y de conducirlo a placer, como los demás mortales hacemos con los nuestros sólo a ojos cerrados, su Hey Girl! no conmueve. Más que bello, es brillante: un producto de fotogenia indiscutible, un satélite sin luz propia, reflejo pálido de espectáculos mejores de la Socìetas Raffaello Sanzio, compañía creada por él en 1981 junto a su hermana Claudia y su esposa Chiara Guidi. El programa fotográfico editado por la compañía es más agradecido de ver, porque resume su estética de una ojeada: lástima que no se ofrezca al público. Intentar explicar lo que Castellucci cuenta aquí sería empresa destinada a la melancolía: él mismo se lo calla.

Cabe preguntarse porqué su teatro llega a Madrid con tanto retraso, y porqué con un montaje pequeño, poco representativo e inadecuado para un coliseo como el María Guerrero: el público debería verlo desde una grada, dominándolo desde arriba, como en el Centro Párraga de Murcia, dónde se programó el año pasado. Bueno o malo, cada espectáculo pide su espacio, y el del teatro experimental no es el escenario a la italiana.

La Socìetas Raffaello Sanzio lleva una década recorriendo Europa con producciones de formato grande o mayúsculo, interpretadas por gente de toda edad, condición y complexión física, no necesariamente actores. En España, debutó en Sevilla, con una versión del Génesis, y es invitada asidua de Barcelona, dónde hace unos meses presentó una trilogía sobre La divina comedia veinte veces más interesante que este Hey Girl!, estrenado en Salamanca.

En Madrid, de la Socìetas habíamos visto solamente Buchettino, puesta en escena de Chiara Guidi dónde el espectador, infantil y adulto, entra en una casita de madera con 25 literas colocadas en círculo, se mete en penumbra en una de ellas y se arropa para escuchar como Monica Demuru pone voz a cada personaje del cuento homónimo de Charles Perrault, mientras tres actores fuera de campo acompañan el relato con una banda sonora de ruidos, como en los antiguos radioteatros.

No ha estado mal este ciclo Una mirada al mundo, con el que el Centro Dramático Nacional se desmarca del Festival de Otoño, en el que participó hasta el año pasado. Lo bueno es que ninguno de los cuatro directores programados había trabajado en Madrid, a pesar de que, por su trayectoria, alguno debería de haberlo hecho mucho antes: su quehacer, por inhabitual, viene interesando en todos los festivales atentos a lo nuevo. Otra cosa es la selección de espectáculos: uno grande, otro pequeño y dos monólogos. Mucho formato de bolsillo para un Centro Dramático Nacional. Lo digo, y me la envaino, porque Manca solo la domenica y Rojo reposado, monólogos dirigidos por Licia Maglietta y Guy Cassiers, eran excelentes, cada uno en su género. Respecto al 1984 de Orwell, dirigido por Tim Robbins con un reparto rotundo, ha sido el mascarón de proa necesario para poner el ciclo en el candelero, aunque no parece que el resto del barco se haya beneficiado de su impacto mediático. Confiemos en que el año que viene haya más y mejor escogido, y a ser posible entre compañías, autores y directores inéditos en Madrid, o largo tiempo ausentes.

Un momento de la función de <i>Hey girl! </i>en el María Guerrero.
Un momento de la función de Hey girl! en el María Guerrero.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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