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Reportaje:

Los asimilados del punk

Los míticos Wire conservan su estilo ruidoso ante un público más joven que ellos

Cuentan las crónicas que cuando los cuatro londinenses que integran Wire comparecieron el 29 de febrero de 1980 en el Electric Ballroom de Camdem Town, acaso el más influyente concierto de su carrera, el público lo integraba una salvaje turbamulta de cabezas rapadas que brincaban desaforados y vociferaban en demanda de más volumen y pulsaciones por minuto. Anoche, en una Joy Eslava que registró media entrada, se hacía difícil imaginar que los protagonistas del cartel fueran los mismos. Por la platea se repartían chicos jóvenes y aseados, algún guaperas con camiseta de los Stooges (el primer grupo de Iggy Pop), mozos de flequillo revoltoso, unos cuantos ceñudos gafapastas y sabe Dios si algún estudiante de Económicas en la Carlos III. Puestos a hacer el recuento completo, la representación femenina era muy escueta, el único elemento común entre 1980 y 2009: tres décadas después, esto del punk sigue apelando a la testosterona.

Wire ha sido una banda influyente y aún conserva los bríos de aquel Pink flag, disco seminal de 1977, pero el contexto ha cambiado una barbaridad. Puede que el cantante Colin Newman fuera en su día un rebelde transgresor, un azote de la burguesía biempensante, pero hoy pertenece a la categoría de los asimilados por el sistema.

El cuarteto ha visto deteriorarse ostensiblemente su salud capilar a lo largo de las décadas, pero se mantiene como una maquinaria ruidosa y machacona, con su batería, Robert Gotobed, comportándose como un metrónomo. Sólo falta uno de los fundadores, el guitarrista Bruce Gilberts, al que suple la joven Margaret Fiedler, una muchacha tan poco dada a las contemplaciones como a la sonrisa. El punk nunca pretendió resultar simpático, desde luego. El problema es que, a día de hoy, se antoja de todo punto inofensivo. Por mucho que los oficiantes pertenezcan al núcleo fundacional del género.

Concierto del grupo Wire en la sala Joy Eslava.
Concierto del grupo Wire en la sala Joy Eslava.JOSÉ RAMÓN AGUIRRE
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