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Los conservadores británicos asumen el programa centrista de Cameron

Los 'tories' huyen del triunfalismo, pero dan por hecho el retorno al Gobierno

La militancia tory dejó ayer el centro de convenciones de Manchester con la íntima convicción de que en primavera volverán al poder y David Cameron será el próximo primer ministro. Es decir, que tras lo que entonces serán 13 años de inevitable paréntesis, todo volverá a la normalidad tras las elecciones de 2010.

Su joven y dinámico líder se dirigió ayer a ellos y a todo el país con un tono deliberadamente plano, huyendo de aparatosos triunfalismos pero hablando ya casi como primer ministro. Su mayor triunfo ayer fue ver la alegría con que la militancia ha asumido el moderado centrismo que destiló todo su discurso, anclado, sin embargo, en el corazón del pensamiento tory: más individuo, mucho menos Estado.

El líder se aferró al principio de "más individuo, menos Estado"

"Éste es mi ADN: familia, comunidad, país", les dijo Cameron varias veces. Si el martes el probable canciller del Exchequer en ciernes, George Osborne, dibujó arriesgadamente un negro panorama de esfuerzos fiscales y recortes de gastos, Cameron dibujó ayer un panorama celestial que casaba muy bien con el escenario.

La austeridad elegida la semana pasada por el laborismo para acompañar las palabras del primer ministro, Gordon Brown, contrastó con la ligereza y suaves colores que arropaban a su rival tory. Unas gigantescas pantallas reflejaban en tres de las cuatro paredes del recinto un suave cielo azul con agradables nubes blancas mecidas por el viento. Detrás de Cameron, haciendo juego con los colores y las barras de la bandera británica, el lema central de la renovación conservadora: "Preparados para el cambio".

Cameron eligió una postura de calculada pero relajada gravedad. Esta vez huyó del teatral y ya gastado recurso de recitar de memoria, haciendo ver que improvisaba, con el que en 2005 ganó el liderazgo y dos años después lo reafirmó en el que fue quizá su momento de mayor debilidad al frente del partido. Ayer se parapetó detrás de un atril pero renunció al telepronter y se limitó a consultar de vez en cuando el texto que tenía escrito.

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Un texto en el que no faltó una advertencia inicial de que "va a ser duro" volver a los buenos tiempos tras una larga etapa de Gobiernos laboristas que resumió de forma catastrofista como tiempos de mucho Gobierno, mucha burocracia, tiempo perdido, dinero que se escurre, irresponsabilidad y sinsentido. El líder tory dibujó un país dominado por una "sociedad rota" y una "política rota", que atribuyó a los laboristas.

Hubo mucha filosofía en las palabras de Cameron, pero muy pocas ideas nuevas y prácticamente ningún anuncio sobre políticas concretas. En el controvertido asunto de la construcción europea no entró a detallar qué piensa hacer si el Tratado de Lisboa ha entrado en vigor cuando los conservadores lleguen al poder y se limitó a recordar que quiere devolver a los Estados miembros poderes que ahora competen a la Unión.

No buscó el aplauso fácil, pero no se resistió a definir la UE como "una institución que nadie elige, en la que no se destituye a nadie y en la que no se han aprobado las cuentas desde hace 10 años". No dijo, claro, que lo último que querría un conservador británico euroescéptico como él es elecciones a un Gobierno europeo.

Reafirmó su compromiso en un sistema de Seguridad Social gratuito para los usuarios y en acabar con la "cultura de la dependencia" generada por el Estado de bienestar y achacó los crónicos problemas de comportamiento antisocial a una "ruptura de la moralidad" provocada por el excesivo peso del Estado. En realidad nada que no pudiera decir también un político laborista.

Quizá eso sería lo más chocante para un militante conservador que hubiera despertado ayer de un sueño de 20 años. El viejo Partido Conservador aclamó ayer, con más alegría que euforia, a un político centrista que podía estar hablando en nombre del gran rival laborista si alguien hubiera atemperado -no necesariamente eliminado, sólo atemperado- sus críticas al peso del Estado en la vida británica.

David Cameron revisa sus notas antes de pronunciar el discurso de clausura de la conferencia de Manchester.
David Cameron revisa sus notas antes de pronunciar el discurso de clausura de la conferencia de Manchester.EFE

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