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Columna
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Pintura fresca

Me lo explicó hace mucho tiempo un joven norteamericano con el que compartí algunas conversaciones inolvidables. Mientras en los Estados Unidos hay que ser millonario para hacer política, en España muchos se meten a políticos para ser millonarios. El dicho no se me saca de la cabeza estos días en los que llueve sobre mojado en el caso Gürtel (simplemente se ha destapado la tapadera de la olla podrida) y cuyas ramificaciones llegan a nuestra Galicia con redoble de tambores pese a que Feijóo diga que nadie de su Gobierno estaba allí en época de las tropelías. A Rajoy se le atragantan otras vez las palabras, ahora que tenía una auténtica autopista para llegar a La Moncloa casi sin desgastarse, es decir, limitándose simplemente a que cayera la fruta podrida del actual Gobierno, pero se ve que no puede callar a los suyos, ni ponerles una mordaza a esa corte velazqueña formada por El Bigotes en tierras valencianas y el tal Pablo Crespo por estos pagos con Correa en la cárcel y el tesorero del partido y el alcalde de Pozuelo ahogándose en su propio vómito en algún despacho de la calle Génova .

En el Reino Unido hubo dimisiones en masa por unas dietas que no llegaban a 20.000 euros

Lo raro, lo ruin de todo, resulta el comportamiento del electorado, esa masa de la que formamos parte cada cierto tiempo. Tanto en la Comunidad Valenciana como en Galicia los últimos comicios arrojan una lectura depresiva: cuanta más corrupción, más reforzamiento del encausado, como si esos relojes de 20.000 euros, o esos trajes, o esos bolsos, o lo que es peor, esa entera trama de muchos millones de euros, no hicieran mella entre sus correligionarios y fueran un modelo a imitar por la ciudadanía (casi como Belén Esteban y su reinado mediático). Pero, ojo, todo tiene un límite: la Cope también se hartó de Federico Jiménez Losantos tras años de dar la murga y evidentemente nadie duda que Camps está ya más que descartado como posible delfín de Rajoy en la línea sucesoria popular.

Es una enseñanza italiana. Berlusconi y su cruzada anticomunista han sido el mejor caldo de cultivo para que las camisas negras vuelvan a dar caza al gitano, al homosexual, al nigeriano, mientras él monta su propia casa de citas en Palacio y se lava la conciencia acusando a jueces, políticos e incluso eclesiásticos. Todos somos farabutti (piratas, desvergonzados). No obstante, todo el mundo sabe que Silvio como Camps está en las últimas y que cualquier día de éstos se puede ir con su harem a cantar con Julio Iglesias a Miami, no sin antes haber comprado un nuevo medio de comunicación que silencie sus fechorías (ojalá no sea éste mismo, pasó con el semanario Panorama, con las editoriales Einaudi y Mondadori, con el propio Corriere della Sera). Una pesadilla recurrente la de este hombre.

Claro que cuando el partido está así de embarullado hay que achicar el agua y mandar la pelota bien lejos: Benidorm, Chávez, las hijas góticas del presidente, la protección de los atuneros estas semanas se ofrecen como posibles alforjas. Es tal el maremagnum que Feijóo, sí, Feijóo, empieza a ascender dentro de las filas del PP como una voz propia (desde fuera se ve mejor el fenómeno, claro) tras el descorazonamiento de Gallardón y el declive de los valencianos. Pero Feijóo no puede olvidar que el que fue cuatro años secretario de Organización de su partido en Galicia esgrima la esperanza de Pepe el del Popular: cuándo prescribirá mi delito, Señor.

¿Se acuerdan de que en la Cámara de los Comunes inglesa hubo una serie de dimisiones en masa por un asunto de dietas que no llegaba ni a los 20.000 euros? Pues bien, aquí entre nosotros eso es lo que vale un regalo de un cronómetro suizo a Costa, y no sé yo si tiene que ver eso con que los propios suizos del Allinghi levantaran velas de Valencia, no me extrañaría. Pero volvamos a Crespo: la rastrera campaña contra Touriño que tuvo lugar en las últimas elecciones, las acusaciones variopintas sobre despachos y automóviles y cuentas opacas se vuelve ahora como un bumerán contra los que camparon a sus anchas con sus cuentas negras durante un buen periodo de tiempo en la historia reciente de Galicia, financiando así al partido en el Gobierno.

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¿Si gobernaban así su propia hacienda, qué no harían con los dineros públicos? Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.

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