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Reportaje:

Los 'superdelegados' se desinflan

Los representantes territoriales de la Xunta, colocados por Feijóo como contrapoder, no han logrado ensombrecer a los barones provinciales del PP

Nacieron para ser la única voz de la Xunta en las provincias y también en Vigo. Un solo interlocutor, en lugar de los catorce delegados provinciales -uno por consellería- de los tiempos del bipartito. Todo, a propósito del publicitadísimo plan de austeridad que el nuevo Gobierno puso en marcha nada más llegar al poder y que sirvió para aparcar los coches oficiales (y sus correspondientes chóferes) de tanto delegado territorial.

Pronto en el PP -empezando por su presidente en Ourense, José Luis Baltar- cundió la idea nada disimulada por Alberto Núñez Feijóo, de que la operación de ahorro servía además al líder para colocar un contrapoder a los sempiternos barones provinciales. La toma de posesión de los superdelegados de la Xunta escoció sobre todo en Lugo y Ourense. Xosé Manuel Barreiro, presidente provincial de Lugo, hizo saber en los foros internos del partido que Raquel Arias no era su elección.

Seis meses después de tomar posesión, carecen de agenda y presupuesto

Baltar puso también el grito en el cielo cuando conoció el nombramiento de Rogelio Martínez en Ourense. Y en cuanto supo de los problemas judiciales del alcalde de Arnoia, añadió más dudas a los periodistas sobre la participación de Martínez en el supuesto fraude de ayudas europeas: "Dice que es inocente y quiero creer que está diciendo la verdad".

Menos oposición suscitaron José Manuel Cores Tourís, aliado de Rafael Louzán, en Pontevedra, Diego Calvo, mano derecha de Carlos Negreira, en A Coruña y Lucía Molares, antigua compañera de Corina Porro en el grupo municipal del PP en Vigo.

Seis meses después, ninguno de los cinco superdelegados ha logrado hacerse un hueco en la agenda oficial de sus respectivas provincias. En contra de lo que pronosticaban los cargos intermedios del partido, su perfil político es bajo y no han llegado siquiera a ensombrecer el poder de los barones territoriales. Lo resume gráficamente el alcalde popular de una villa media del interior de Pontevedra: "Me han recibido todos los altos cargos de la Xunta, menos los de la Consellería de Mar, donde no tengo proyectos. Si me preguntas por el superdelegado, supongo que será él quien quiera visitarme a mí. No maneja fondos y tampoco sé en qué me puede ayudar".

Y eso a pesar de que el decreto que aprobó los nombramientos en la administración periférica el pasado 1 de mayo deja en manos de cada superdelegado "la representación de la Xunta" en su ámbito territorial y la "coordinación" de las distintas consellerías y de los organismos autónomos en su ámbito territorial. En la práctica, el papel de los superdelegados es limitado como lo son sus recursos económicos. Cada uno de ellos cuenta en este primer ejercicio con una partida presupuestaria de poco más de 37.000 euros para contratar a un jefe de prensa y a otro de gabinete. La partida para los sueldos de ese personal apenas crecerá hasta los 60.000 euros el año próximo.

Calvo, Arias, Martínez, Cores Tourís y Molares se reparten fiestas gastronómicas y actos menores, mientras sus presidentes provinciales afrontan la verdadera agenda política y ejercen su influencia sobre los mandos intermedios de la Xunta. Un par de ejemplos. Mientras Baltar sigue manejando a su antojo la convocatoria de oposiciones, ayudas y fondos de la Diputación, Rogelio Martínez se limita a poner medallas a deportistas locales o a soltar algún ave en el Parque do Xurés.

El protagonismo de Raquel Arias en Lugo no es mucho mayor: hace unas semanas se reunió con un par de asociaciones de padres para conocer las quejas de sus colegios y antes había mediado en Rábade para lograr que la Xunta arregle una calle. Demandas parecidas de los alcaldes atiende a diario Diego Calvo en A Coruña siempre atento a ayudar a Negreira en su apuesta por recuperar la L del topónimo. Siempre a la sombra de Louzán, el superdelegado de Pontevedra, Cores Tourís, ni siquiera alzó la voz cuando surgieron las primeras protestas contra la oficina en Vigo. Y la titular de esta última delegación, que vio muy reducidas sus competencias por las presiones de Pontevedra, permanece eclipsada por la presidenta del Puerto, Corina Porro.

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