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Historia del pirómano sentimental

Un joven modélico de un pequeño pueblo de Ávila y voluntario de Protección Civil confiesa ser el autor de los incendios que asolaron el Valle del Tiétar

Juan Diego Quesada

Era un héroe a su manera. Están los que combaten el fuego cara a cara y arriesgan su vida. O los que conducen el camión y se comunican por radio. Diego Martín, de 26 años, era de los segundos. Callado y tímido, era el chico para todo en el grupo de voluntarios de Protección Civil en Casillas, un pueblo del Valle del Tiétar. Lo mismo quitaba rastrojos que iba a comprar bocadillos para el resto del retén. "No olvides que tú también eres un héroe", le dijo una vez un compañero lleno de cenizas y tizne a Diego, que había visto desde el coche cómo ardía un monte de castaños. Y sí, a su modo lo era. Hasta que dejó de serlo la semana pasada en el cuartelillo de la Guardia Civil. Allí confesó ser el autor de diez incendios que habían devastado este verano parte de los montes de Ávila.

"Lo hice porque tengo problemas", le dijo llorando a una amiga

Nada más pasar una carretera llena de curvas se llega a la entrada de Casillas, donde unos obreros construyen la primera rotonda del pueblo. "No hace falta. Es para dar trabajo a tanto parado", señala uno que parece el jefe. Más adelante, en la puerta de una peluquería, una vecina opina que se trata de un hito arquitectónico, un paso más hacia la modernidad. Los 800 habitantes de Casillas tienen dos opiniones totalmente diferentes sobre cualquier asunto. Pero en el caso de Diego, uno de los fundadores de los voluntarios en la lucha contra el fuego, se ha conseguido una condena unánime. Nadie sospechaba que él, el chico que recogía la basura, fuera el pirómano que había puesto en jaque al valle. "Ha sido un mazazo", resume en su despacho la alcaldesa, Beatriz Díez (PP).

Aún se pueden ver los restos de un incendio que devoró un viernes de agosto cuatro hectáreas del valle. A apenas doscientos metros del pueblo quedan troncos carbonizados y el cadáver abrasado de una ardilla. Ese día, a las cuatro de la tarde hacía un calor tremendo y en la calle no se veía un alma. Un vecino venía de dar de beber a los burros cuando vio una humareda que procedía del pinar. Dio el aviso y todo el pueblo se despertó. Los voluntarios recogieron los coches de la base y a toda velocidad fueron a encararse con el fuego. Había llamas de dos metros que producían una extraña luz. Los jabalíes y los ciervos huían monte abajo. Diego iba y venía con una camioneta de color rojo. Estaba excitado. Hablaba por radio, dirigía a los bomberos y daba las coordenadas a los helicópteros. Sobre Casillas llovía ceniza. Se tardó varias horas en apagar las llamas.

No era normal tanto fuego y tanta destrucción. Detrás tenía que haber alguien que conociera muy bien la zona. La Guardia Civil siguió el rastro que dejaba el mechero con el que se prendían y llegó hasta Diego. Le interrogaron y se toparon con un tipo frío que lo negaba todo. Pero a medida que le iban presentando pruebas se fue derrumbando y acabó confesando, a la luz de un flexo, ser el autor de la mayoría de los incendios en el lugar. Sus propios compañeros le tachan de "miserable".

No se le perdona que haya puesto en riesgo la vida de tanta gente. "Dios no nos dé una mala tentación cuando regrese", señala un jubilado. Le molesta mucho que se mofen de él cuando va a los pueblos de alrededor. "Me llaman pirómano por ser de aquí y eso me duele", explica. Por ahora Diego, uno de los 87 pirómanos que han sido detenidos este año, está en prisión preventiva en la cárcel de Segovia. Hace días llamó a una amiga especial y llorando le dijo: "Lo siento. Lo hice porque tengo problemas".

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A Diego no le gustaba la noche. Era un hombre de campo al uso, aunque muy sentimental. Prefería pasear por el monte. A veces echaba una mano en el bar de su familia. El padre, detrás de la barra, no quiere hablar del asunto porque bastante condena dice tener ya. La madre, con una bolsa de higos en la mano, lo excusa: "Me lo han drogao o le han hecho lo que sea".

Incendio ocurrido este verano en el Valle del Tiétar.
Incendio ocurrido este verano en el Valle del Tiétar.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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