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Reportaje:24 HORAS EN ... BANGKOK

Bazar nocturno en Bangkok

Un día en la ajetreada capital tailandesa, con comida en la calle y recorridos por el río. Y para empezar bien la jornada, dos templos y un buda reclinado de 46 metros. Energía y exotismo oriental

El olfato se divide entre comida e incienso. La vista, entre tiendas y templos budistas. El oído se distrae con el tráfico de bocinas y el zumbido del tren aéreo. Megalópolis de ocho millones de habitantes (el Gran Bangkok llega incluso a casi 12 millones), la capital de Tailandia, puerta de entrada para descubrir el país asiático, sigue plantando rascacielos en un suelo lleno de vida, mercadeo y guiños a Occidente. La llaman Ciudad de Ángeles, resumen escueto de su nombre ceremonial que consta de 137 signos tailandeses (169 en la transcripción occidental) que evocan belleza, joyas y dioses. Pero Bangkok esconde un encanto muy terrenal.

08.00 La arteria de los templos

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Cielo y tierra comparten la venerada arteria fluvial de la ciudad, el río Mae Nam Chao Phraya (literalmente río de dioses), a lo largo del que se asoman los templos más visitados del país. Sea en taxi -nunca faltan- de cuatro, tres o dos ruedas, sea en el BTS (tren exterior aéreo) hasta llegar a la estación de Saphan Taksin, el curso del río invita a subirse a un bote en el pequeño muelle de Tha Sathon (1) para navegar, atracar, visitar y seguir navegando.

Con un recorrido entre moles de acero, barrios pobres y el colorido Chinatown (2), hay tres paradas recomendables: la primera, el puerto que conduce al Wat Phra Kaew (3) (wat es un templo en el que no residen monjes), donde seis siglos atrás y gracias a un relámpago el diminuto Buda de Esmeralda se dio a conocer para convertirse en uno de los más reverenciados por los tailandeses. Junto a este templo y para aprovechar el paseo, el Grand Palace (4), residencia tradicional de la realeza hasta su mudanza al Dusit Palace Park - (5), merece un rato.

Más larga será la estancia en el Wat Pho (6), ubicado un poco más al sur en la ribera oriental. Considerado el templo más grande del país, el Wat Pho, escuela de masaje y medicina tailandesa, encaja en uno de sus espacios a un buda reclinado de 46 metros de longitud y 15 de altura, imagen del tránsito al estado de nirvana. Al otro lado del río, en la orilla que conduce a Thonburi, antigua capital de Tailandia, se levanta el Wat Arun (7), templo que domina la vista ya desde el ferry por la altura y forma fálica de su prang (torre central de 82 metros) heredera de la simbología del dios hindú Shivá. Budismo e hinduismo se alían en las escalinatas del templo, desde donde se disfruta de una vista especial de las dos orillas, viejo y nuevo esplendor.

12.00 Un mercado hecho laberinto

A lomos de una moto taxi, los más intrépidos, o en el BTS hasta Mo Chit, el resto, la próxima estación lleva al caótico mercado Chatuchak (8). Tiempo habrá para relajarse. Pasillos y más pasillos, cubiertos o al aire libre, organizan -eso dicen- por productos un inmenso rastro repleto de falsificaciones y originales; prendas de vestir, nuevas, a la última y de segunda mano; animales de pelea o cocinados; artilugios, muebles... Y mucho calor. Tanto que conviene poner la alarma, cumplir dos horas y salir disparado hacia el centro de Bangkok.

14.00 Masaje y Sukhumvit

Si el Mae Nam Chao Phraya era la artería fluvial de la ciudad, la calle Sukhumvit (9) es una de las que reúne el centro neurálgico de la capital tailandesa. Hoteles, oficinas, centros comerciales, restaurantes, bares y puestos callejeros atrapan al turista. De día y de noche. Antes de comer, 30 minutos de masaje de pies -no hay lugar para la reticencia- en la Soi 15 de Sukhumvit (cada vía está a su vez dividida en calles o soi). No más de cuatro euros para relajarse y una cantidad similar para descubrir una de las maravillas de la ciudad: street food, comida servida en los cientos de puestos anclados en las aceras y en los que naturales y foráneos disfrutan de productos frescos, bien cuidados y conservados. La fruta se lleva la palma.

16.00 El Bangkok más cosmopolita

Y si el menú callejero defrauda, el núcleo comercial de Siam (antiguo nombre del país), en la prolongación este de la calle Sukhumvit, traslada al viajero a otro Bangkok, el de los malls al más puro estilo estadounidense, adolescentes con Internet a cuestas, pantallas gigantes en las esquinas y exquisiteces culinarias a bajo precio. Cualquiera de los grandes almacenes que empiezan por la palabra Siam sirve de botón de muestra de esa Tailandia de desarrollo acelerado. Y sirve también de prórroga si en Chatuchak fallaron las compras.

18.00 El atardecer de Lumphini Park

Con el encanto tranquilo del madrileño parque del Retiro y la actividad física de playas californianas como Venice, Lumphini Park (10) sirve al viajero de escapada al tráfico, los humos y el estrés del centro de la ciudad. Pequeño pulmón al sur de Sukhumvit, el verde de Lumphini se ofrece como mirador improvisado de algunos de los rascacielos mejor iluminados y más sobrecogedores de Bangkok. Alrededor del lago, corazón del parque, los vecinos de la ciudad se pelean con las pesas, practican jogging, taichí, montan en bicicleta o sencillamente van de paso. Uno de los laterales de Lumphini conduce al Night Bazaar (11), mercado noctámbulo original para un paseo tardío pero, sobre todo, para disfrutar (o sufrir) el verdadero masaje tailandés (60 minutos). Ni es tan fiero ni tan excitante, pero sí imprescindible.

20.00 A la carta, pero en la acera

Confiado a la suerte de un trishaw -taxi de tres ruedas recomendable para sentir un poco más la ciudad-, el destino lo marca ahora el estómago y apunta a la Soi 38 de Sukhumvit. Sin prisas, porque la noche, sus gentes, el neón, el ruido, la circulación y, en fin, la vida que desprende la acera hacen que Bangkok, en gran medida, sea lo que es. En uno de los extremos de Sukhumvit, la Soi 38 reparte a ambos lados de la calle una de las hileras de puestos de comida más querida por los que allí viven. Es aquí donde hay que probar el tradicional guiso pad thai. Si se prefiere sentado, al final de la calle el restaurante Face - (12) (22 euros por persona) abre la carta a una deliciosa mezcla de comidas tailandesa, japonesa e india.

22.00 Ojo en Nana

Y si el cuerpo aguanta (o lo pide), Bangkok no escatima en locales y clubes para hacer la digestión. La atracción -es lo que es- está en Nana Square (13), donde turistas y jóvenes tailandesas mantienen viva una actividad que explotaron los combatientes de la guerra de Vietnam, pero que es mucho más vieja. Al margen de histrionismos, la Soi 11 (14) de la infatigable Sukhumvit propone dos paradas para acabar -si se puede- la siempre tentadora noche tailandesa: la pequeña terraza del mítico Cheap Charlie, junto a Tapas Bar, y el Bed Supper Club, garito modernista y de aire más selecto.

Más información en la Guía de Tailandia

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