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Columna
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Las bolsas caca

Renunciar a las bolsas del hiper no va a ser fácil. Estamos acostumbrados a que en las cajas nos las den a puñados y el consumidor urbano entiende que ganan lo suficiente para ofrecer a la clientela una forma cómoda de llevarse la compra porque su coste va incluido en el precio. A las grandes superficies cada bolsa de plástico le viene a salir por un céntimo y un carro con productos por valor de cien euros puede requerir entre quince y veinte. Un coste relativo muy bajo que en términos absolutos supone una auténtica pasta porque los grandes comercios las compran por millones.

Uno de los colosos del sector, Carrefour, lleva desde septiembre sin dar bolsas de plástico. En las cajas de sus cincuenta tiendas en España ofrecen entre otras alternativas bolsas de fécula de patata a cinco céntimos y unas grandes de rafia que cuestan veinticinco. Los consumidores recelan. Por pequeño que sea, lo de añadir en plena crisis un sobrecoste a la factura de la compra no termina de convencer al personal.

Lo importante es que avancemos en cultura ecológica apostando por un consumo sostenible

Dicen que el dinero que se ahorren lo terminarán repercutiendo al consumidor rebajando los precios, pero son pocos los crédulos y yo por ahora no me encuentro entre ellos. Hay que reconocer que lo de que te dieran las bolsitas resultaba francamente cómodo, puedes ir a comprar a cualquier hora sin más preparativos y las manos vacías. Además, no es asunto menor el de las utilidades añadidas.

De todos es sabido el juego que dan para ordenar una maleta en los viajes, envolver los zapatos y ya no digamos para llevar el bocadillo. Muchos las utilizan para tirar desperdicios cuando el volumen es pequeño y, ya en plan cutre, como sustitutivo gratuito de las bolsas de basura. Éstos y otros servicios que esos envoltorios prestan son hábitos nada desdeñables que más pronto que tarde habrá que cambiar.

Todos los hiper y supermercados en su mayoría ya han tomado alguna medida restrictiva y acabarán siguiendo la senda de Carrefour. Esta firma lo presenta como una iniciativa de marcado carácter ecológico, una acción pionera de toma de conciencia para poner freno a la proliferación del plástico no degradable. Tanto es así que han apostado por un lema rompedor aunque un poco arriesgado, "bolsa caca". Y digo lo de arriesgado porque si el mensaje cala literalmente el subconsciente colectivo terminará pensando que lo que nos han ofrecido hasta ahora para llevar la compra es una mierda. Lo cierto es que esas bolsas que tan alegremente consumimos están consideradas como altamente nocivas para el medioambiente. No sólo ensucian sin posibilidad alguna de reciclaje; también causan estragos en los intestinos de muchas especies animales.

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El Plan Nacional de Residuos que redactó el Ministerio de Medio Ambiente se ha marcado para el año que viene el objetivo de reducir a la mitad las bolsas de usar y tirar y, a partir de ahí, avanzar hasta su total eliminación. Ni que decir tiene que los fabricantes de envases de plásticos están que trinan y aquí en España no son un sector cualquiera.

Casualmente somos los primeros productores de Europa fabricando nada menos que 10.500 millones de bolsas al año, que ya es mucha caca. Así que a esa industria no le quedará mas remedio que empezar a reciclarse mientras los ciudadanos vapuleamos al consumista comodón que la inmensa mayoría llevamos dentro y damos vidilla al ciudadano concienciado y responsable que tanto nos cuesta aflorar.

A partir de ahora puede que triunfen las bolsas fabricadas con patatas, boniatos o cualquier otra fécula que se pudra en el vertedero como Dios manda. Puede incluso que nos acostumbremos a llevar bolsos multiuso en el coche o asistamos a un nuevo esplendor del carrito de la compra, que tanto resuelve a las personas mayores. Lo importante es que avancemos en cultura ecológica apostando por un consumo sostenible. Y que las empresas del sector empujen de verdad y no sólo vean en los cambios una oportunidad de negocio.

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