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Columna
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Touriño

En las últimas semanas ha trascendido a la opinión pública lo que parece ser una campaña organizada desde diversas instancias del socialismo galaico y madrileño destinada a socavar la reputación política del que fue durante diez años secretario general del PSdeG y presidente de la Xunta de Galicia, Emilio Pérez Touriño.

Sólo se me ocurren tres razones que puedan explicar dicha campaña contra el que fue líder del socialismo gallego. La primera, que nos encontremos pura y simplemente ante un ruin ajuste de cuentas que, desde luego, no deja en buen lugar a sus protagonistas. La segunda, que se trate de un movimiento preventivo para descartar definitivamente la posibilidad de un retorno, que considero absolutamente inviable, de Touriño a la primera fila de la política y del socialismo gallego. Pero es la tercera posibilidad la que crea más inquietud y desconcierto. Porque, quizás, nos encontremos ante un primer paso para afrontar la revisión completa no sólo del legado de Touriño, sino de toda la estrategia política del PSdeG en la última década. Estrategia que, no se olvide, llevó a los socialistas gallegos a la presidencia de la Xunta por primera vez a través de unas elecciones democráticas.

¿Por qué el PSdeG debe asumir la descalificación del Partido Popular a los gobiernos de coalición?

Porque conviene recordar que cuando Touriño llegó a la secretaría general del PSdeG en 1998, el Partido Socialista era la tercera fuerza política de Galicia, superado claramente por el BNG en las elecciones del 97, la organización estaba atomizada en baronías inoperantes, carecía de un proyecto político para Galicia y no pasaba de ser una pléyade de terminales locales de Ferraz.

Pues bien, en muy poco tiempo Touriño consiguió la paz interna, unificó al partido y lo dotó de un proyecto político y programático, dio importantes pasos en la superación de la dicotomia histórica entre socialismo y galleguismo y asentó al PSdeG como fuerza de gobierno asumiendo sin ambigüedades que la alternativa al PP en Galicia necesita de la colaboración entre socialistas y nacionalistas. Los resultados de esta política llegaron pronto. En las autonómicas de 2001, el Partido Socialista igualó al BNG, en las municipales de 2003 revalidaba su tendencia alcista, convirtiéndose en la primera fuerza política de la Galicia urbana consolidando su hegemonía en el campo de la izquierda. Finalmente, en 2005, aprovechando el ascenso del PSOE en todo el Estado y el declive político de Fraga, Touriño llevó a la izquierda al Gobierno y a su partido a la presidencia del mismo.

¿Es todo esto lo que está en revisión ahora? Si es así, ¿por qué el Partido Socialista debe asumir las descalificaciones que el PP dirige interesadamente contra los gobiernos de coalición y las alianzas postelectorales, absolutamente normales en una democracia parlamentaria con sistema proporcional? ¿Por qué se considera indeseable en Galicia lo que es práctica habitual en las democracias más avanzadas de Europa?

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Dudo incluso que el movimiento revisionista que parece alentar en el PSdeG favorezca siquiera una determinada estrategia electoral destinada a contemplar el voto útil en el PSOE, si se considera que en la actual correlación de fuerzas es poco o nada creíble que el Partido Socialista pueda en solitario desplazar al PP del poder. Lo que resulta seguro es que tal operación revisionista resta credibilidad al PSdeG como alternativa de gobierno y da alas a los sectores del socialismo gallego que, en contraste con el proyecto defendido por Touriño, proclaman abiertamente su preferencia por un gobierno del PP en minoría a la posibilidad de repetir una alternativa compartida con el Bloque.

Naturalmente, el ex presidente de la Xunta, como todo dirigente político, está sometido al escrutinio público. Es también evidente que como gobernante exhibió graves carencias y cometió importantes errores que es necesario analizar para no repetirlos en el futuro. Por supuesto, el PSdeG tiene no sólo el derecho sino también la obligación de realizar ese análisis autocrítico. Pero una cosa es eso y otra muy distinta tirar por la borda un importante capital político del socialismo gallego, favoreciendo de paso la labor de demolición de los logros del bipartito en el que está empeñado el PP y el actual presidente de la Xunta. Así pues, mucho cuidado.

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