Nostalgia y renta estética
Sentimental onomástica donde parte del encanto se diluyó por el excesivo metraje de la velada: tres horas largas de fragmentos de repertorio, a excepción de Bodas de sangre: hubiera sido una herejía trocearlo.
Entre otras constataciones, está claro que el ballet español en general (y la compañía titular, en particular) vive de las rentas estéticas, de su pasado creativo, de su poso en un periodo que abarca desde los años cincuenta a los 30 de existencia del BNE. Los nombres propios los sabemos: Pilar López, Mariemma, Antonio Ruiz Soler, Antonio Gades... y María de Ávila. Su fructífera etapa como directora (1983-1986) marcó un antes y un después en la concepción de las obras de encargo. Fue época de grandes coreógrafos. Ávila fue denostada con crueldad, injustamente. Hoy lo palpamos.
BALLET NACIONAL DE ESPAÑA
Bodas de sangre (1974, Gades / Diego); Ritmos (1984, A. Lorca / Nieto); Concierto de Aranjuez (1952, López / Rodrigo); Medea (1984, Granero / Sanlúcar); Fantasía galaica (1956, Antonio / Halffter). Teatro de la Zarzuela. Hasta el 27 de septiembre.
En la Zarzuela, una plantilla regular, y se vio que obras como Bodas..., Ritmos y Medea tienen por derecho la categoría de clásicos del género. Han sido después imitadas a mansalva y con desigual fortuna. En cuanto a los artistas, en el drama lorquiano destacó tanto la novia de Ana Moya como Elena Algado en la mujer, mientras Miguel Corbacho está patético como Leonardo: no encuentra concatenación anímica ni gestual con el personaje.
Hay que citar a Antonio Márquez en la Farruca del Molinero de El sombrero de tres picos; a los palillos de Maribel Gallardo en Concierto de Aranjuez y a Merche Esmeralda, convincente Medea, en el dramático conjuro. Jesús Carmona asumió el difícil solo Alborada del gracioso, y lo intenta, pero el control es cosa de madurez y experiencia. Carlos Rodríguez en el Martinete estuvo seguro y racial. Gran esfuerzo y mérito el de la guardarropía al refrescar toda esa ropa de antaño.
Ya se sabe que Barishnikov no estuvo en el 50º aniversario del American Ballet Theatre, pero aquí fueron notorias las ausencias. Debieron estar presentes desde Aída Gómez a Joaquín Cortés pasando por Javier Latorre y Antonio Canales, entre otros, que son también parte de la historia de la compañía y de la danza española de nuestro tiempo, pues en el coliseo de Jovellanos el orégano no dejaba ver el bosque mientras el árbol se creía ser todo el monte.
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