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Crónica:TOUR 2009 | 14ª etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Valverde no pierde la cabeza

El líder enseña sus flaquezas, pero acaba metiendo más tiempo a sus rivales

El ciclismo tiene sus pulsiones. Vive de eso, de la capacidad para alternar la decepción a la ilusión kilómetro a kilómetro. Vive de stock options y bancarrotas, de cotizaciones que cambian según se empine la cuesta, llueva o haga sol, como si el corazón fuera de goma lisa y negra, como escribió Gabriel Celaya, que lo mismo te ahoga que te estimula. El rey de las pulsiones es Alejandro Valverde. Todos sus rivales, sus directores, ponen siempre un asterisco en su hoja de ruta que obliga a recordar que el murciano acostumbra a tener un día malo. Unos esperan un despiste, otros un error de cálculo, otros un exceso de confianza. Él prefiere llamarlo mala suerte, conmiserativo consigo mismo (¿quién si no?). Ayer no ocurrió nada de eso.

Todos ponen siempre un asterisco en la hoja de ruta del murciano
Pero ayer el día malo que siempre tiene sólo fue un momento malo

El día malo de Alejandro malo se convirtió en un rato malo, de esos que conducen a la taquicardia a sus seguidores y que por un momento parecía que podía poner la Vuelta patas arriba. Simplemente, se quedó tras los primeros empujones de Evans y Basso porque en una Vuelta tan igualada, con puertos tan duros, nadie es infalible, nadie es imbatible. Y Valverde ayer enseñó sus flaquezas, su debilidad sólo comparable a su fortaleza mental para no perder la cabeza y la carrera por un exceso de adrenalina. Le pasó a Samuel Sánchez en Sierra Nevada y lo resolvió con sabiduría. Le pasó ayer, también, en La Pandera, y aplicó la misma receta. Acabó siendo tercero y confirmó que la tercera semana es su favorita.

Las pulsiones eran dientes de sierra que electrizaban la fría tarde de la sierra jienense. Por delante, Cunego demostraba que una buena derrota es el mejor principio de una gran victoria. En Sierra Nevada se dejó adrede 29 minutos con el fin de meterse ayer en la escapada "sin ser peligroso". Se fijó en Moncoutié, y le imitó. El pelotón le dejó marchar con otros ocho colegas de profesión y su indudable clase (basta verle pedalear) le bastó para ganar su segunda etapa, ambas con final en alto. Era la pulsión táctica. Basso también asumió una parte de su papel cuando, reventado, el polaco Szmyd (¿ah, pero era humano?) le dio paso. Era la pulsión de la responsabilidad, la que le puso el corazón en la garganta a Valverde, que reconoció que por unos instantes llegó a pensar que perdía la Vuelta. Evans, rabioso por su pinchazo, también pinchó con un segundo arreón. Era la pulsión de la rabia. Gesink tomó el relevo ejercitando la pulsión del ambicioso al que se le abría el cielo oscuro de Jaén.

Atascado, Valverde caviló: "No te cebes, que es peor". Le dijeron que por detrás venía Purito Rodríguez para ayudarle, pero no le vio y cogió su ritmo. "No queda tanto y les estoy viendo", pensó. Se le fue Samuel, inconmensurable tras la desgracia. Calma, calma, que el mal día puede ser sólo un mal rato. Cayeron pronto Evans y Basso. Al italiano le falta una marcha para rematar el magnífico trabajo cotidiano de su equipo. Se resistió un poco más Gesink. A todos los superó. No pudo con Samuel, listo, magnífico, ni con Mosquera, encorajinado por la sanción que le impusieron los jueces en Granada por tomar un bidón fuera de lugar. Estrictos comisarios estos, atentos a los detalles mínimos que penalizaron al gallego con 20 segundos y a Evans con 10 por apalancarse al tomar otro bidón, como principales protagonistas de una larga lista de sanciones que reportaron a la UCI, 1.441 euros.

Lo que se antojaba un mal día del líder pareció un mal rato que acabó de la mejor manera, añadiendo unos segundos de distancia más a Gesink, Basso y Evans. Cuestión de pulsiones que van de la flaqueza a la exuberancia (léase Valverde, Samuel Sánchez) y del alborozo a la decepción (es decir, Gesink, Basso, Evans) dando sentido a un deporte que utiliza por igual la cabeza, el corazón y las piernas. A Valverde esta vez no se le fue la cabeza aunque le fallaran las piernas.

Alejandro Valverde en la subida a La Pandera.
Alejandro Valverde en la subida a La Pandera.REUTERS

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