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Entrevista:SINGULARES | Mariano Álvarez, futbolista

"Amo la libertad de vivir en la calle"

El capitán de la selección de fútbol calle dirige un equipo de marginados

Un chorrito de coñac, otro de anís y dos cucharadas de azúcar. Fue el primer contacto de Mariano Álvarez con el alcohol, cuando apenas tenía ocho años. Ahora tiene 41 y lleva "desde el 5 de septiembre de 2007 a base de sin-alcoholes". Desde que, en el hospital al que le habían traslado de urgencia, escuchó una conversación entre su médico y la enfermera: "Quédate cerca que en poco rato a éste le tienes que bajar tapado con una sábana". Lo oyó entre sueños, dice. Quizás lo soñó. El caso es que al salir y pisar el primer bar ya no pidió su típica copa de licor.

Hoy Mariano viaja hacia Milán con la selección española de fútbol para jugar el Mundial. Porque hay un fútbol más allá de los Casillas, Torres y compañía. Como el que practica Mariano Álvarez, capitán de la selección española de fútbol calle que desde mañana participa en el Campeonato Mundial de este deporte contra otros 47 países. La modalidad es muy diferente de la que acostumbra a salir en los medios de comunicación: tres jugadores, más portero, en un reducido campo en el que se pueden hacer carambolas con las paredes. Los jugadores tampoco tienen mucho que ver con los que se suelen llevar los flashes. Viven en la calle, como Mariano, o acaban de salir de ella. Pero la motivación es la misma: quieren ganar. No hay más que oír a Mariano, que juega de portero casi siempre, cuando con mal humor se queja de que en el Mundial de 2003 les "robaron un gol legal".

Cuatro personas por formación juegan en un campo pequeño
El Campeonato Mundial reúne a las selecciones de 47 países en Milán

Y es que este madrileño de ojos claros y barba recién afeitada participó ya en aquel campeonato celebrado en Austria. Pero luego no acudió a los siguientes, "porque estaba muy alcoholizado", y ahora no puede participar como jugador en éste porque no se puede repetir, y va como segundo entrenador y capitán de la selección.

Mariano lleva siete años pidiendo en la calle, que es su casa "desde hace mucho, mucho tiempo". Al principio subsistía con la venta ambulante o trabajos esporádicos. O con robos. "En total habré estado unos cuatro años y medio en la cárcel", rememora. "Los amigos que se hacen allí son buenos de verdad, como los de la calle". Para él es la mejor manera de vivir. "Yo no lo cambio por nada, me gusta la libertad de vivir en la calle". Rechaza la idea de un trabajo estable y de pagar facturas regularmente.

La mayor pega que Mariano le ve a su modo de vida "elegido", y que repite una y otra vez, es la Policía Municipal. "Es el único peligro que yo me he encontrado en la calle", asegura. El frío del invierno, dice, no es para tanto. Se apaña con un saco de dormir térmico, que aguanta la temperatura, y unos cartones "para la humedad". Si no ha descansado bien, pasa un rato de la mañana en el centro de día de la Fundación Rais, que trabaja con personas excluidas y organiza los equipos españoles de los que han salido los ocho jugadores seleccionados para defender los colores de España en el Mundial.

Cuando Mariano se pone a contar sus rutinas, lo hace con el tono de un oficinista. Se levanta pronto e intenta tomar un café en los mismos bares en los que antes se bebía las copas casi de dos en dos; luego, de 11.00 a 15.00, pide en la plaza de Quevedo; come algo, ahora se ha hecho fan "de una oferta de chorizo y barra de pan por 1,48 euros" que completa con latas de mejillones o atún; pasa un rato de la tarde en el centro de día de la fundación y sobre las siete vuelve a la calle para pedir otras horas. Luego, a dormir.

Los lunes y jueves, Mariano Álvarez rompe esta rutina. Toca entrenamiento con el equipo de Rais Madrid. Dos horas para olvidarse de todo y practicar deporte con los amigos. "Me gusta que haya buen ambiente en el equipo, que no se creen malos rollos". Por eso le ha molestado mucho que durante esta temporada le hayan desaparecido en los entrenamientos un mp3 (que le servía de compañía por la noche) y una camiseta de la selección española que le había regalado un amigo. "Yo cuando robaba era por necesidad", asegura. Lo que hizo con más asiduidad, cuenta, fue robar en coches o en las máquinas de billetes del metro.

Mariano recuerda con todo detalle el restaurante en el que cenaron los miembros de la selección durante el Mundial de Austria, o cómo de pequeño se cortó un dedo en Barcelona, o cuando descubrió las botellas que su padre escondía bajo llave en un armario de su salón y que le proporcionaron su primer trago etílico. Tiene una memoria prodigiosa. Enumera, sin vacilar, los bares por los que hasta no hace mucho hacía sus rondas de coñac, anís o pacharán. Llegaba a beber 40 copas diarias. "Hay cosas que se quedan grabadas en la cabeza".

Cuando se le pregunta qué pesan más, si los buenos o los malos recuerdos, se toma su tiempo para contestar. "La calle me ha dado mucho, pero hay más cosas malas", sentencia al final. ¿Lo bueno? "Conocer a los amigos que tengo". Es lo que le queda, una vez que ha ido abandonando sus vicios: "El alcohol, el bingo, las mujeres...". "Ahora sólo echo a las quinielas". Y tiene un nuevo vicio, claro: el fútbol. Le ha servido de mucho apoyo, asegura. "Es algo que me exige estar bien y transmitir un espíritu positivo". Antes de terminar, recalca: "Pon que mi fobia son los policías municipales".

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