Japón inicia la revolución política
"La situación del país no me permite saborear la victoria", declara Yukio Hatoyama - El líder del PDJ promete enfrentarse a la poderosa burocracia para lograr el cambio
Fustigado por un ciclón que sumió buena parte del archipiélago en lluvias torrenciales y vientos huracanados, Japón encaró ayer el inicio de una transición política sin parangón desde la II Guerra Mundial. Los acuciantes problemas económicos y sociales que azotan a la segunda potencia económica mundial no permitieron al Partido Demócrata de Japón (PDJ) dedicarse a celebrar su histórico triunfo. Su líder y primer ministro electo, Yukio Hatoyama, reconoció que fue la frustración contra el hasta ahora gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) lo que provocó el vuelco del electorado y se comprometió a no defraudar a quienes le votaron para que cambie la anquilosada dirección de Japón.
Tras comenzar la jornada al alza, la Bolsa de Tokio cerró en números rojos
Taro Aso confirmó su dimisión al frente del derrotado PLD
"Escucharé la voz del pueblo", dijo Hatoyama en una conferencia multitudinaria de prensa celebrada en su mansión de Tokio. Si consigue transformar en apoyo la ira del electorado, se convertirá en el político que consolide la democracia en Japón, al hacer realidad un sistema bipartidista y la alternancia en el poder.
El líder del PDJ -una amalgama de disidentes del PLD (como el mismo Hatoyama) y grupos de distinta tendencia política desde socialistas a derechistas pasando por diversos ecologismos- dejó entrever que hará públicos los nombres de sus ministros cuando el nuevo Parlamento se reúna en la tercera semana de septiembre y le elija jefe de Gobierno. La necesidad de formar un Gabinete efectivo y dinámico y contentar a las diversas facciones exige prudencia y meditar muy bien los nombramientos.
Entre las cuestiones que tendrá que abordar de inmediato el PDJ está el agotamiento del modelo económico que convirtió a Japón en una potencia. Las exportaciones no podrán volver a sostener el crecimiento si no están respaldadas por un sólido consumo interno. Pero, con una población menguante y una de las sociedades más conservadoras de la tierra, el nuevo Gobierno tendrá que emplearse a fondo para construir la necesaria confianza en el futuro que facilitará el consumo en lugar del sempiterno ahorro de los japoneses.
"El año pasado, cuando nos casamos, mi marido tomó 15 días de vacaciones para el viaje de novios, pero este año ya me ha dicho que no podrá tomarse ni un día. Muchos fines de semana también tiene que ir a solucionar problemas de su empresa y no lo compensa librando entre semana", afirma Nanako, una intérprete de español de 35 años, para explicar las diferencias de mentalidad entre los occidentales y los japoneses.
Consciente de las dificultades que enfrenta, Hatoyama, que condujo a su partido a ganar 308 escaños desde los 115 diputados que tenía en el Parlamento disuelto, dejó las puertas abiertas a una coalición con dos pequeñas formaciones -el Partido Social Demócrata (siete escaños) y el Nuevo Partido del Pueblo (3 escaños)-, con las que ostenta la mayoría en el Senado desde las elecciones de 2007.
En realidad, el PDJ tiene por delante un año escaso de gracia. Ahora cuenta con las dos cámaras y puede aprovechar para pasar alguna de sus leyes más rompedoras. Antes de julio de 2010, cuando se celebran los comicios para la Cámara alta, tendrá que haber demostrado que en el Imperio del Sol Naciente ha comenzado un nuevo amanecer. Para esa campaña electoral no tendrá más enemigo que sus propias acciones y si fracasa en mantener la mayoría en el Senado, cavará su tumba. Los senadores tienen capacidad de bloqueo sobre la legislación de los diputados, como ha sufrido en estos dos últimos años el PLD. Sólo el voto de dos tercios, 361 diputados, puede levantar el bloqueo y el PDJ no los tiene.
"La situación en Japón no me permite saborear la victoria", declaró Hatoyama, de 62 años y miembro de una de las más sólidas dinastías políticas -su abuelo fue primer ministro y su padre ministro de Exteriores- y de una de las grandes familias industriales de Japón. El líder del PDJ aseguró que su futuro Gobierno pondrá en marcha toda una red de apoyo social al ciudadano, a la familia y a quienes el capitalismo a ultranza de los últimos años dejó en la estacada.
En la castigada Bolsa de Tokio tampoco hubo celebraciones. Comenzó la jornada con un alza superior al 2% pero cerró en números rojos, porque el avance del yen sobre el dólar supuso un nuevo revés para las grandes corporaciones japonesas dedicadas a la exportación.
Después de que la economía se hundiera en el primer trimestre hasta el 11,7% anualizado, las medidas de estímulo impuestas por el hasta ahora primer ministro Taro Aso -quien ayer confirmó su dimisión al frente del derrotado PLD- permitieron a Japón salir de la recesión en el segundo trimestre. Pero con una deuda que para finales de 2009 habrá duplicado el PIB -según los analistas, superará los siete billones de euros-, el nuevo Gobierno no puede permitirse muchas alegrías.
Sólo el programa social prometido en la campaña -2.300 euros anuales por niño, educación escolar gratuita, becas universitarias, mejora de las pensiones, subsidios a los campesinos y apoyo a los parados- supone un coste adicional de 124.000 millones de euros.
Hatoyama asegura que los sacará del derroche de la Administración pública y ha advertido a la pesada maquinaria burocrática japonesa que no sólo les ajustará el cinturón sino que les obligará a ponerse las pilas.
"He votado al PDJ pero no me creo todas sus promesas. Yo quiero un cambio y pienso que era el momento de darles una oportunidad", señala Minetoma Toshiyuki, de 25 años y estudiante de planificación urbana.
Como Toshiyuki, buena parte de los más de 33 millones de japoneses que el domingo votaron por Hatoyama no le ven, según las encuestas, como el líder capaz de sacar a Japón de la angustia existencial que padece. De ahí el enorme reto que enfrenta este político que predica la "fraternidad" entre los japoneses para que todos juntos vuelvan a poner en marcha el país.
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