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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La mejor poesía de la isla

Como se sabe, y según dejó dicho el sabio JRJ, las antologías se hacen siempre no tanto a favor de algo o alguien como en contra de quien o quienes se desea castigar (excluir), por los motivos que sean (enemistad, miedo, envidia, ganas de matar al padre, etcétera). Recordemos a Thomas Hardy vilipendiado por los antólogos de oficio o al propio JRJ víctima de la más cochambrosa maniobra para expulsarle de la poesía española de después de la guerra. Pues bien, la razón de ser de la antología que comentamos -de título desafortunado, por cierto- es ir contra la inercia que ordena el territorio poético de la poesía inglesa de los últimos sesenta años de tal manera que unos poetas tienen la razón y ganan -sus intenciones y ambiciones predominan y crean dóciles satélites- y otros se han equivocado y pierden -su razón estética queda desterrada y desautorizada y hasta oscurecida (merecido castigo por no saber lo que es el poder)-. Nuestro antólogo no se ha conformado con el relato habitual de esos acontecimientos y por esa razón se ha lanzado a la elaboración de este libro en el que conviven 46 poetas del siglo XX y aún del XXI, cuyo denominador común es no ser centro o satélite del centro, por más que poetas como John Betjeman, Tom Gunn, Hugh MacDiarmid, por ejemplo, sean sobradamente conocidos aunque no tanto como para ser estelares, es decir, canónicos (léase rutinarios, habituales, premiables, antologizables, santificables, etcétera). Por tanto, meritorio y loable empeño aunque ¿quién puede contra la inercia, con lo mucho que cuesta forjar la inercia? En todo caso, leamos los poemas de Hugo Williams, Tom Gunn, Michael Humburger, Gael Turnbull, Jeff Nuttall, Iain Crichton Smith, Edwin Morgan, J. H. Prynne, Lee Harwood, Anthony Rudolf, entre otros, que aparecen en este libro y comprobemos que la poesía de calidad, sin más, es ajena al mundo de las clasificaciones y de las cerrazones interesadas. Estilos diversos, enfoques distintos, relatividad de las estéticas, pero poemas muchos de ellos bellos, a fin de cuentas y, además, muy cuidadosamente traducidos, con una sensación de limpieza final realmente reconfortante. ¿Quién quedará de todos estos? No importa porque ¿quién quedará de aquellos otros, de los estelares? Sólo importan los poemas convincentes y, puesto que aquí los hay, esa es una buena razón para creer en este libro que, si no me equivoco, está hecho con la ayuda y la brújula de la sagrada independencia.

La isla tuerta. Cuarenta y cuatro poetas ingleses (1946-2006)

Selección, traducción, prólogo y notas

de Matías Serra Bradford

Lumen. Barcelona, 2009

547 páginas. 25 euros

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