¡Que revienten los artistas!
Un escritor y un pintor, a los que llamaremos F y G, viven en un mundo futuro en el que todos se han convertido en artistas. No hay nadie que trabaje la tierra ni que arregle zapatos. Los panaderos escriben, los charcuteros hacen películas. ("Toda la gente relacionada con la carne y las vísceras se dedica ahora a los audiovisuales", dice G). Los supermercados se han convertido en galerías de arte. (F: "¡No tiene sentido!". G: "No tiene que tener sentido. Son obras de arte"). Luego llegaron todos los emigrantes e imitaron a los lugareños. (G: "¿Qué esperabas? Vinieron aquí para vivir como nosotros"). Un mundo en el que "sólo quedan las reglas, pero nadie juega". Éste es el mundo de Las listas, el debut como dramaturgo de Julio Wallovits (Smoking room, La silla), una de las sorpresas del Grec (ciclo InMotion, en el CCCB). Con el fez de Matisse y una sonrisa fatigada, G sólo ha pintado dos cuadros en toda su vida. F, zanquilargo, desorbitado, con un traje costroso y una corbata que parece una soga, escribió un par de cuentos cortos, pero se considera un "hombre de letras" ("ser escritor es no ser ninguna otra cosa"). Intenta pensar, pensar, pensar, pero sólo le vienen a la cabeza canciones católicas: Cantemos al amor de los amores, por ejemplo. O Jerusalén, aunque sea un himno anglicano. Tiene, eso sí, dos proyectos. Dos frases iniciales por desarrollar. La primera, elegiaca: "Entra en casa que se hace tarde". Imperativa la segunda: "Hoy yo... gachas... no quiero". Dos artistas ridículos a punto de morir de inanición. En sendas sillas de ruedas. Pueden andar, pero han decidido ahorrar energías. Como Winnie con el lodo al cuello, hacen listas de los alimentos que les quedan. "Atún, tres latas. Tomates, nada. Arroz, un kilo. Zanahorias ya lo dijimos dos veces: como verdura y como hortaliza". Luego comienzan a tachar por letras, para que todo dure más: de "berenjenas" primero la B, después la E, después la R... F propone un cambio: "Me gusta más cuando me lo dices en días que en unidades: plátanos para dos o tres días". Un día optan por una variante optimista: hacer listas de lo que tienen. G: "Odio, mil kilos. Asco, cien toneladas. Miedo, cuatrocientos sesenta y siete mil kilos. Talento...". Chilla F: "¡No! ¡De lo que no hay NO! ¡Sólo de lo que hay! ¡Só-lo-de-lo-que-HAY!". Otro día, día capital, descubren un mirlo blanco: un granjero. El último granjero. Cultiva la tierra, tiene animales. Y un problema: siempre ha querido ser poeta. Acuerdan un trato: a cambio de alimentos, F será su mentor literario. En su primera clase, F declama un texto sobre la imposibilidad de aprehender el presente que, confesará luego, memorizó de un folleto médico. El plan del artero G es alargar al máximo las clases, hincharse de huevos con chorizo y que F le diga al final al granjero que no ha nacido para poeta. Pero F no puede evitar leer los poemas del aspirante, y se derrumba gloriosamente, como Nazarín ante la mujer que le ofreció agua. ¡Iluminación! ¡Retumban los tambores de Calanda en la mente altiva y desjarretada del plumífero! Comprendemos que le acosaran canciones religiosas: eran himnos buscando un dios desconocido. Incógnita: ¿el granjero tiene verdadero talento o es tan mediocre como F? Pero no es ése el busilis, sino un dilema moral de aquí te espero: F cree en el talento del granjero y, por tanto, no puede traicionar su propio espíritu artístico. So pena, claro, de quedarse para siempre sin huevos y sin chorizo. El final no se lo cuento. ¿Una obra beckettiana? A primera vista: el universo apocalíptico, las minucias obsesivas para sobrevivir, los cuerpos inmóviles, las mentes galopantes, el humor de cadalso. Pero hay más capas, más ecos. Dos personajes de Gombrowicz metidos en una obra de Ionesco y hablando con ritmos mametianos. Dos personajes zarandeados, o sea, primos hermanos de los antihéroes trágicos, circulares, brillantes y hambrientos, de La Zaranda.
Dos personajes de Gombrowicz metidos en una obra de Ionesco y hablando con ritmos mametianos
Quizá Las listas sea un material un poco (sólo un poco) alargado, pero es un texto original, inesperado, lleno de ingenio, que Wallovits (también es su primera puesta, creo) ha dirigido estupendamente. Gonzalo Cunill (el pintor G) está impecable, un Augusto sardónico y reflexivo que clava todas sus réplicas y hace gala de su principal característica: intimidad instantánea. Ya tenía yo ganas de verle en un rol de comedia, aunque el que se lleva la función es Francesc Garrido convirtiendo al escritor F en un clown efervescente y trifásico: un tercio de Faemino, un tercio del Vila-Matas francés (o el del Astoria), un tercio del aspergeriano Sheldon de The Big Bang Theory. ¡Qué enorme está Garrido, qué poderío, qué gracia tiene el condenado! También es cierto que su papel es el papel: F es el verdadero protagonista de la obra, el tocado por el rayo, el que duda, el que cambia. Pep Cortés juega en otra liga. Le falta convicción, en mi opinión. Da bien la humildad, el perfil del campesino, pero cuando habla tendría que caerse alguna mosca en pleno vuelo, con las alas vencidas por el pasmo, y de momento no es así. No se le escucha, que no es lo mismo que decir "no se le oye". Pese a la escasa publicidad y sin críticas, sepultada entre los estrenos de relumbrón del Grec, Las listas ha sido un verdadero triunfo del boca a oreja, es decir, casi un triunfo argentino: "¿No viste Las listas, viejo? Es una cosa bárbara". El CCCB parecía un teatro de San Telmo: llenazo, overbooking, grandes carcajadas, grandes aplausos. Y fichaje de programadores, y transfer al canto: se verá en el Poliorama el próximo invierno, a partir del 15 de febrero. Hablando (antes) de Vila-Matas, también he visto otra función que le hubiera encantado, a él y a Sophie Calle: Dar patadas para no desaparecer, del Colectivo 96º. Parece el título de un homenaje a Bruce Lee, pero es un singularísimo artefacto narrativo. Y otro transfer: se presentó en el ciclo Radicals Lliure y este verano la ha repescado el Versus Teatre. Como ya ha empezado gira (el 21 de septiembre en Mallorca, el 24 y 25 en el ultramoderno Centro Párraga de Murcia), la semana que viene se lo cuento. Y unas cuantas cosas más.
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