_
_
_
_

Las críticas por la ineficaz lucha contra el fuego debilitan al Gobierno griego

La prensa local ve detrás del desastre los planes de recalificación urbanística

María Antonia Sánchez-Vallejo

La petición de responsabilidades no ha esperado ni siquiera a que se extingan las llamas. Mientras en los lugares del desastre aún humea el terreno y las ascuas tienen el tamaño de melones, llueven las acusaciones y se cruzan las descalificaciones políticas. El blanco de todas ellas es el debilitado Gobierno de Kostas Karamanlis, del centroderechista Nueva Democracia.

A siete meses de las próximas elecciones, y tras perder las europeas del pasado 7 de junio, Karamanlis insiste en que el incendio del Ática "no va a cambiar los planes políticos" -es decir, nada de convocatoria anticipada de elecciones- mientras el jefe de la oposición, Yorgos Papandreu, del Partido Socialista Panhelénico (PASOK, vencedor en los comicios europeos del 7 de junio), exige "un plan de acción para regenerar el Ática", la región donde 17.000 hectáreas han sido calcinadas por el fuego que se inició el pasado viernes por la noche en Gramátiko, unos 40 kilómetros al noreste de Atenas.

Karamanlis, en baja popularidad, rechaza adelantar las elecciones
Los incendios se propagaron por los fallos iniciales y la falta de medios

Pese a que el Gobierno anunció ayer una serie de medidas para regenerar la zona quemada, la mayoría de ellas de reparación de la catástrofe ecológica -con planes de reforestación inmediata e intervención integral antes del invierno-, los medios de comunicación no se cansan de repetir que una conjunción de errores en las primeras horas del incendio ralentizó la respuesta contra el fuego. Si a los fallos se suma la escasez de medios, constatada, la exigencia de responsabilidades se convierte en un clamor, como el que estos días se alza, de la opinión pública griega.

Así pues, además de la incertidumbre política a corto plazo, la crisis económica y los sucesos del pasado diciembre, que convirtieron Atenas en escenario de una intifada juvenil, hoy se hace especial hincapié en que el último avión destinado a luchar contra el fuego se adquirió en 1998 y en que faltan 3.200 bomberos para alcanzar la tasa media de cobertura de la población, de unos 11 millones de habitantes. También se esgrime como arma arrojadiza que una mala estimación del fuego en la tarde del domingo provocó dilación en la respuesta, lo que hizo que se multiplicara la amplitud del desastre. Las denuncias de falta de medios, un déficit confesado por el propio Gobierno -que ya el domingo pidió ayuda a la UE-, contrastan sin embargo con la presencia casi ubicua de retenes de bomberos, policías y efectivos del Ejército, no muy numerosos pero sí activos.

Alrededor de 150 personas, entre bomberos, soldados de la Fuerza Aérea y voluntarios, intentaban ayer que el incendio de Porto Germenos, en el Ática occidental -el último foco virulento controlado-, no se reavivara.

En el Ática oriental, donde se ha quemado el 90% de las 17.000 hectáreas, un centenar de camiones de bomberos, retenes de peones y voluntarios y una docena de aviones y helicópteros refrescaban el terreno calcinado y retiraban maleza y basura de arcenes y senderos. Los cortafuegos, escasos y poco visibles, no han servido de mucho a la hora de frenar el avance del fuego, que en muchos casos ha atravesado carreteras e incluso las riberas del lago Maratón, junto a la localidad homónima, donde ayer se proveían de agua los medios aéreos.

Además de denunciar carencias y exigir responsabilidades, los medios de comunicación proporcionaban argumentos a alguna de las hipótesis sobre el origen del fuego, mientras sigue su curso una investigación para determinar las causas del mismo. Gramátiko, Barnabas, Maratón, Dionisos, Rodópoli o Nea Makri son lugares de residencia para muchos atenienses. La cercanía a la capital y la calidad de vida de un entorno al aire libre convierten a estas localidades en pasto de intereses económicos, como ayer señalaban, en sendos artículos, dos periódicos locales.

No es casual que la región del Ática haya sufrido desde 1981 diez incendios de grandes proporciones, todos ellos en localidades sometidas después a una presión urbanística considerable, subrayaba To Vima (centro izquierda). Fue lo sucedido, por ejemplo, en Agios Stefanos, de donde fueron evacuadas 20.000 personas el pasado domingo, en 1993; Kifisiá, uno de los suburbios residenciales del norte de Atenas, en 1981; Dionisos (1982) o Penteli (1995 y 1998), también convertidos en ciudades dormitorio recientemente. Toda esa región era hace un par de décadas una zona natural casi virgen; hoy, además de una radiografía del infierno tras el paso del fuego, es un cúmulo de edificaciones, chalés y apartamentos.

En el mismo sentido se manifestaba ayer el progubernamental Kathimerini (un partido de centroderecha), que glosaba el desastre definiendo así la zona afectada: "Hace algo más de una década en la región había sólo bosque. Ahora los incendios del pasado fin de semana dejan al descubierto lo que los fuegos en estos últimos años: sólo casas...".

Un bosque quemado en la zona residencial de Rodopoli, al norte de Atenas.
Un bosque quemado en la zona residencial de Rodopoli, al norte de Atenas.CLA UDIO ÁLVAREZ

Chapuzones para salvar la vida

En Porto Germenos (Ática occidental), una paradisiaca bahía de aguas azul turquesa, algunos vecinos tuvieron que zambullirse en ellas el domingo para no morir asfixiados por las altas temperaturas que provocó el incendio. El fuego bajó desde la montaña hasta el mar, y el recurso al chapuzón se impuso como medida de protección hasta la intervención de las brigadas de salvamento, que evacuaron a todos los habitantes de la barriada más expuesta al fuego. "La gente se tiraba al agua porque no podía aguantar el calor. Pero enseguida nos reunieron a todos, unos 500, y nos sacaron de allí. Estuvimos un día fuera, en Vilia. Los bomberos, con ayuda de los helicópteros, se quedaron regando todas las casas y gracias a eso se ha salvado todo. Sólo se quemaron dos de las 50 viviendas que hay", dice agradecida Eleni Levesi.

Junto a su abuela, su madre, una tía y su hija, Eleni aguarda en la vivienda familiar a que regresen los varones, reclutados para la peonada que refuerza las labores de control y vigilancia. "No sé qué habrán hecho en otros sitios, pero aquí les debemos la vida y la casa a los bomberos y a los pilotos de los helicópteros. Cómo se han jugado el tipo cargando agua del mar en los aviones o enfrentándose a manguerazos a llamas de varios metros de altura. Sin su ayuda habríamos muerto calcinados en la casa".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_