La sabiduría de Bekele
El etíope logra un doblete inédito al ganar el 10.000 y el 5.000
Jesús España, que a veces no parece un atleta español porque sigue prefiriendo los pájaros volando, también en su cabeza, que al bicho en la mano, prefirió, cuando sonó la campana, soñar con ganar una medalla a pensar en asegurar un octavo puesto que le garantizara la beca, la subsistencia un año más. El campeón de Europa de 5.000 metros en Gotemburgo, hace tres años, quedó décimo en la final de los Mundiales, se quedó sin beca, pero disfrutó más que nunca. Yo puse mi parte para que fuera posible uno de los momentos más emocionantes de todo el Mundial, podrá contarles a sus nietos algún día. Yo estaba allí cuando Bekele y Lagat esprintaron, sin aliento, codo con codo, sin ceder un metro al de al lado, por la victoria. Y no fui un mero espectador. Y estuve cuando Bekele, un grande que es capaz de correr el 10.000 en 26 minutos y medio, le ganó el sprint a Lagat, que corre el 1.500 en 3m 26s.
Fueron 26s en los últimos 200 metros, 54s en los últimos 400. Fue como el legendario sprint de la final olímpica de Sidney en los 10.000 metros entre Tergat y Gebrselassie. Fue otra obra maestra de Kenenisa Bekele, el Usain Bolt del fondo, camino de convertirse en el mejor fondista de la historia con permiso de su padre Gebrselassie, quien con su triunfo cerró su segundo doblete consecutivo, 5.000-10.000 metros, un año después del que logró en los Juegos. La victoria le negó el oro a Lagat, de 34 años, keniano que compite por Estados Unidos.
Y Jesús España está allí. Al toque de la campana de una carrera definida hasta entonces por un ritmo irregular que dependía del estado de ánimo de Bekele y también de Eliud Kipchoge, aquel keniano que privó a Bekele en París 2003 de su primer asalto al doblete que el finlandés Lasse Viren convirtió en legendario con sus triunfos consecutivos en los Juegos de Múnich 72 y Montreal 76. Pero este año, en Berlín, donde igualó a Gebrselassie con su cuarto oro mundial consecutivo en el 10.000, Bekele acabócon la resistencia de Kipchoge.
"Sonó la campana", dice España, madrileño de Valdemoro, apasionado por el atletismo como lo está su entrenador, Dionisio Alonso. "Y me dije: 'A ver si cae algo'. Y no lo tomaba como un sueño, sino como una posibilidad real. ¿Por qué no? Si pasé segundo, por lo menos les obligué a adelantarme". Y eso hicieron.
En la última vuelta, cuando empezaron a correr a tope un buen grupo de atletas que han bajado de 13 minutos en los 5.000 metros, que estaban en la final de un Mundial, que no iban a regalar nada, la realidad se impuso. España, cuya mejor marca es 13m 10s, aunque si intentara ahora mejorar podría rozar los 13m -la barrera que ha puesto África en la distancia-, empezó a perder puestos. "He corrido perfecto tácticamente, aunque haya terminado décimo y no tenga beca, y sea un puesto que no llame la atención. No me importa. En algún momento pensé que podría tocar una medalla... Al menos, tendré eso".
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