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Reportaje:SINGULARES | Claudio Gorosito

El artista que nació en la cárcel

Claudio Gorosito, tras cumplir condena, dirige talleres de reinserción con una técnica que aprendió en la celda

Cuando Claudio Gorosito ingresó en la cárcel de Navalcarnero, acababa de quedar vacante el puesto para lavar ropa. Comenzó a trabajar allí, donde ganaba 70 pesetas (40 céntimos) por prenda. Pero un día utilizó el producto equivocado y se le destiñó la colada. Le costó lo ahorrado en siete meses de trabajo. Quizá por eso, cuando un interno le enseñó un escudo del Real Madrid que había reproducido con una técnica de arte con hilo y le contó que lo vendía por 1.500 pesetas (nueve euros), a Gorosito se le despertó el instinto empresarial.

Lo que no podía imaginar es que el arte con hilo le iba a embarcar en el proyecto más ambicioso de su vida. Que le iba a valer la primera condecoración al mérito penitenciario concedida a un preso en España y que se convertiría en su pasión. O quizá sí lo intuyó. Porque Gorosito, argentino de 40 años, parece estar hecho de la misma pasta que esos presos que siempre se ganan el respeto de todos en las películas carcelarias. Pero empecemos por el principio.

"Hasta los 30 fui un golfo", cuenta el argentino, detenido por traer droga

Hasta los 30 años, Gorosito había sido "un golfo". Tuvo, en su Argentina natal, cuatro hijos de cuatro mujeres distintas. Fue adicto a las drogas desde los 14. En el 2000 aterrizó en Barajas con tres kilos de cocaína en fajas adosadas al cuerpo. Fue directo a la cárcel de Soto del Real. A los pocos días se le activó una enfermedad autoinmune que afecta a los riñones (neuropatía lúpica) y entró en coma. Los siguientes meses los pasó en el Gregorio Marañón. De vuelta tras los barrotes, dedicó todos sus esfuerzos a aprender a reproducir cuadros juntando hilos de colores sobre una superficie adhesiva.

De un pequeño taller clandestino con tres internos pasó, con los años, a coordinar a 25 compañeros para reproducir el Guernica a tamaño natural. Su trabajo le costó convencer al director de la cárcel de que aquello no era una locura. Ahora el cuadro cuelga de las paredes del centro. "Ése fue el punto de partida de mi vida", afirma. Después vino la medalla al mérito, el tercer grado y la libertad condicional. Consiguió un permiso de trabajo de forma excepcional. Para entonces se había casado y se instaló con su esposa en Pinto. "Salir es difícil, porque la sociedad reprime mucho al preso", recuerda. "Pero el que persevera triunfa".

Trabajó para la Agencia del Menor Infractor de Madrid realizando talleres artísticos en centros de menores. "Con ayudar a uno de ellos a salir adelante, siento que vale la pena". Ahora está en paro, pero no deja de moverse. Enseña la técnica del hilo a un grupo de presas de la cárcel de Meco, como voluntario de la asociación Darse. Y mantiene su taller casero, al que acuden algunos de los chicos que ya abandonaron los centros en los que los conoció. "Me quedo con que la reinserción depende de uno mismo", resume. Su próximo proyecto es reproducir Las Meninas a tamaño natural. Para ello se pasa horas frente a la obra de Velázquez en el Prado. Si todo va bien, anuncia, lo presentará en una exposición en el hotel Ritz.

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Gorosito en el taller de su casa, con un alumno al que dio clases en un centro de menores.
Gorosito en el taller de su casa, con un alumno al que dio clases en un centro de menores.CARLOS ROSILLO

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