CONTRACARA
Fabi, te tengo que matar, me pesa pero órdenes son órdenes. Cama confortable. No lo noté mientras lo hacíamos, respondió buscándole los ojos, diría que estuviste, que estuvimos arrebatadores. El Texano buscó su Magnum. Se volvió. Fabi, hincada, le apuntaba. No soy Fabiola, soy Isabel, y le acertó en la frente.
Enseguida llamó a su gemela; encintado y liado con una cobija lo tiraron a la orilla del río. Allí lo reconoció el Zurdo Mendieta que se fastidió. Odiaba tenazmente todo lo de los narcos y el Texano era uno de los lugartenientes de Pacho Cuén, capo que estaba marcando en Aguaruto.
Es para narcóticos, informó al jefe. Hazte cargo, tengo tres elementos de narcóticos hospitalizados y Pineda de vacaciones. Hágalo volver. No seas infantil, si a ti te da igual el verano a él no, tiene familia y están en la playa.
Vio la frente agujereada, la boca encintada. Está desnudo, comentó el forense, presenta una película de flujo en el pene: lo usó antes de morir.
Escuchando Angel of the morning con Billie Davis, atrás de un grupo bullicioso rumbo al mar, se aproximaba al penal.
Director ausente. Pronto se encontró frente a Cuén, un tipo de su edad. Mi Zurdo, ¿qué haces acá tan temprano? Vine a ver si necesitabas algo. Sonrió. Pinche Zurdo, no pierdes el humor, ¿te devolvieron a narcóticos? Mataron al Texano. Se puso serio. Le dije que se fuera de vacaciones. Pues se fue. Pinche Texano, tenía su vieja embarazada, dizque por eso no la llevaba al mar. Dicen que caminar por la arena las afecta; Pacho, tal vez sabes quién lo despachó, si quieres, el gobierno está dispuesto a invertir para ponértelo en la celda contigua. Volvió a sonreír. Tampoco se te ha quitado lo cabrón; seré franco: sé quién fue, pero callaré para siempre. ¿Quieres que te lo pregunte el Gori?
Minutos después entraban a su celda: una habitación con todas las comodidades. ¿Whisky? No siempre tengo un visitante tan distinguido. Con dos hielos.
Conocí una vieja, un forrito mi Zurdo, loquísima en la cama; una noche me contó de su gemela. Preséntamela. Yo soy, afirmó; igual de loca, la cabrona; y me dejé llevar, nunca pregunté quién era quién o qué onda, lo pasábamos bien y ya, tú sabes lo que es esta pinche vida, cualquier día amaneces con el culo parriba y sanseacabó. Hace poco supe de su infidelidad; no sé si una o las dos, para el caso es lo mismo; las llamé al orden, dijeron que ni madres, que eran incapaces y que sí dudaba se quedaban conmigo. Imposible, mi vieja a diario me trae comida. Las cabronas reincidieron; entonces pedí al Texano su intervención; seguro este pendejo encontró al Sancho y se dejó venadear. Salud. Déjalo así, no embronquemos al director con un recluso muerto; ya veré que se lo escabechen.
No le confió que las gemelas vendrían esa noche. Mejor para Mendieta, que al día siguiente se enteró de que Cuén se había suicidado con un tiro en la frente.
Élmer Mendoza (Culiacán, México, 1949) es escritor. Su última novela es Balas de plata (Tusquets).
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